jueves, 29 de septiembre de 2016

Rituales Franceses (1740 - 1825); por Renato Torres.

    A. C. Pardes acaba de publicar una nueva entrega de su colección El Legado Masónico, titulada Rituales Franceses (1740 - 1825). La obra está especialmente dedicada a la ritualidad de la Institución en un periodo y lugar que resultaron ser determinantes para la configuración final de lo que acabaría siendo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la referencia más importante entre los Rituales Escoceses. El libro consta de 12 rituales franceses (ver índice al final), presentados en edición bilingüe (texto enfrentado) y anotada, donde figuran, entre otros, El Regulador del Masón, base del ritual practicado por los “Moderns” y La Guía de los Masones Escoceses, primer ritual impreso del REAA y considerado de manera general como la herencia de los “Anciens” a la Masonería Escocesa.

    Los trabajos de recopilación, selección, traducción y anotación, han sido llevados a cabo por un equipo de experimentados miembros de la Orden Masónica dirigidos por Renato Torres, con el objeto de poner estos textos, particularmente, a disposición de los Hermanos. La obra, que puede calificarse de enciclopédica, es resultado de largos años de trabajo serio y constante, y sus características hacen de ella una publicación única en el panorama editorial de habla hispana.
 
  • Recopilación bilingüe francés - español de 12 rituales franceses en 468 páginas.
  • Encuadernación rústica cosida.
  • Edición ampliamente anotada para facilitar la comprensión del texto
  • Pequeño estudio introductorio para cada documento


ÍNDICE
Introducción a los Rituales Franceses (1740-1825)

Rituales de Berna
Ritual de la Logia Escocesa “La Fidelidad”
Un Ritual de Compañero del siglo XVIII
Rituales del Marqués de Gages
Ritual “El Brignon”
Grado de Aprendiz de las Logias de Lyon
Ritual de la Logia Madre Escocesa al Oriente de Aviñón
Rituales del Duque de Chartres
El Regulador del Masón
Ritual de la Gran Logia General Escocesa de Francia
Guía de los Masones Escoceses
Instrucciones de los siete Grados del Rito Francés

   Enlace a la Editorial Libería Pardes.


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Introducción.  Renato Torres.

No puede eludirse, en una colección dedicada al patrimonio tradicional de la Orden Masónica, prestar una muy especial atención a la ritualidad de la Institución.

En efecto, el Ritual es el responsable de dar a la organización en que se incardina, el ritmo que la ordena y vivifica, desempeñando un papel análogo al que juega el corazón en el ser humano, y este ritmo no anima solamente a la Orden sino que, lógicamente, ha de impregnar previamente a los miembros que la componen. Es por tanto imprescindible un conocimiento, mejor cuanto más profundo, de este elemento constitutivo para captar la esencia de aquello que nos hemos propuesto estudiar en la presente colección, y que sin duda constituye una herramienta muy útil que nos permitirá asentarnos en el sentido de actuar conforme al orden, pues ese es precisamente el primer significado de la palabra “rito” atendiendo a su etimología según la acepción del término sánscrito rita [1]; de modo que, desde esta óptica, en una civilización estrictamente tradicional todo acto tiene verdaderamente un carácter ritual, incluidas las propias acciones de la vida cotidiana, lo que ya de por sí resulta, en el caso concreto de la Masonería, una aplicación práctica de una de las afirmaciones que figuran en nuestros Rituales: el trabajo de un Masón no se detiene jamás.

Por otra parte, no hay que olvidar además que los ritos constituyen el elemento esencial para la transmisión dela influencia espiritual y la vinculación a la “cadena iniciática”, de modo que podemos afirmar que «sin los ritos, no podría haber iniciación en modo alguno» [2], siendo los ritos por lo demás una característica común a todas las instituciones tradicionales, tanto exotéricas como esotéricas, dado que «los ritos tiene siempre como objetivo poner al ser en relación, directa o indirectamente, con algo que sobrepasa su individualidad y que pertenece a otros estados de existencia» [3]. Este elemento “no humano” o supra-individual es el que diferencia clara y netamente un rito de una ceremonia [4].

En síntesis, podemos definir al ritual (o al rito más generalmente) como un conjunto de símbolos armonizados “orgánicamente”. Pero así como el símbolo presenta un carácter marcadamente atemporal (los símbolos se mantienen invariables más allá de las condiciones de tiempo y lugar), el rito ha de cumplirse forzosamente en el tiempo y, por lo tanto, se adapta a la cualidad del tiempo en que se manifiesta [5]; pero en cualquier caso, no hay que olvidar que, dado su carácter de símbolo “actuado” y conforme al orden surgido de la Voluntad del Gran Arquitecto del Universo, el rito lleva siempre su eficacia en sí mismo, con la única condición de que se cumpla según las reglas tradicionales correspondientes, las cuales aseguran su validez y que fuera de ellas sólo sería algo vacía y sin valor, constituyendo de este modo una estricta fórmula exacta que obedece fielmente a las leyes universales que surgen del Principio Inmutable, bajo las cuales actúan las influencias espirituales  que vivifican nuestra Orden [6].

Es lógico pensar, por lo demás, que empleando siempre un conjunto de símbolos más o menos amplio, la “ordenación” de algunos de éstos en un ritual pueda variar según la época para adaptarse mejor a la “mentalidad” de la sociedad que le corresponde. De ahí que el estudio de los rituales sea un medio privilegiado para “pulsar” el “espíritu” que animaba a los Hermanos masones de un tiempo y, en consecuencia, a la propia Orden. Sólo discerniendo los aspectos que puedan ser más o menos contingentes y fruto de las particularidades de cada época, será posible identificar aquello que permanece invariable con el paso del tiempo para, de este modo, comprender las ideas directrices de la Institución que la han presidido from inmemorial time.

Lamentablemente, a lo largo de los siglos se han ido superponiendo, en los diferentes ritos masónicos, diversos estratos de incrustaciones o añadidos, ocultando cada vez más estas ideas directrices; sin embargo, «no hay que olvidar que, si la iniciación simbólica, que no es más que la base y el soporte de la iniciación efectiva, es necesariamente la única que puede ser dada exteriormente, puede al menos ser conservada y transmitida incluso por aquellos que no comprenden ni su sentido ni su alcance; basta que los símbolos se mantengan intactos para que siempre sean susceptibles de despertar, en aquel que es capaz de ello, todas las concepciones cuya síntesis representan» [7]. En consecuencia, hay aún un aspecto en el estudio de los antiguos rituales que alberga una gran importancia, pues precisamente es su valor simbólico lo que nos permitirá crear un verdadero vínculo con la realidad universal [8].

El presente volumen está formado por una recopilación de doce rituales franceses, la mayoría de ellos pertenecientes a lo que se conoce como Rito Francés, datados en un periodo que va desde 1740 a 1825. Por varias razones, su interés no admite discusión; por un lado forman parte esencial de la herencia simbólica de la Orden, tal como acabamos de señalar; por el otro, el cubrir un periodo de casi un siglo permite rastrear la adaptación del ritual al medio en el que se desenvolvía; finalmente, cubren una época y un lugar cruciales para entender la configuración final de lo que acabaría siendo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el cual sigue siendo la referencia más importante entre los Rituales Escoceses constituyendo como una síntesis y una estabilización [9], y además una de las modalidades rituales más extendidas de la Masonería actual. Queremos hacer una mención especial a dos de los textos más importantes recopilados para este volumen: el Regulador de Masón y la Guía Escocesa, pues uno y otro tomaron como base los rituales representativos de los Moderns y los Antiens respectivamente, lo que ya de por sí es suficiente como para suscitar el más profundo interés para nuestra Venerable Orden.

Ciertamente habrá quienes critiquen el hecho de poner indistintamente a disposición del público rituales que por su naturaleza deberían permanecer secretos a los no masones, sin embargo tales objeciones pierden su sentido si reflexionamos sobre lo que escribió R. Guénon a propósito del verdadero secreto iniciático: «En esto, recordémoslo de nuevo, es donde reside el verdadero secreto iniciático, que es inviolable por su naturaleza y que se defiende por sí mismo contra la curiosidad de los profanos, y del que el secreto relativo de ciertos signos exteriores no es más que una figuración simbólica; este secreto relativo de ciertos signos exteriores no es más que una figuración simbólica; este secreto, cadauno podrá penetrarlo más o menos según la amplitud de su horizonte intelectual, pero, incluso aunque lo hubiera penetrado íntegramente, nunca podrá comunicar efectivamente a otro lo que él mismo haya comprendido de él; como mucho, podrá ayudar a alcanzar esta comprensión sólo a aquellos que san actualmente aptos para ello» [10].

No nos queda más que desear al lector el mismo placer en su lectura que el experimentado por el redactor en su preparación.


Notas:
[1] «La palabra sánscrita rita está emparentada, por su raíz misma, al latín ordo, y apenas hay necesidad de señalar que lo está más estrechamente todavía a la palabra “rito” es, etimológicamente, lo que se cumple conforme al “orden”, y que, por consiguiente, imita o reproduce a su nivel el proceso mismo de la manifestación» (Cf. R. Guénon, Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. III, Gallimard, Paris, 1945).
[2] Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XV, Pardes, Barcelona, 2012.
[3] Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XV, ibíd.
[4] Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XIX, ibíd.
[5] «Todo rito está constituido por una conjunto de símbolos: estos, en efecto, no incluyen solamente los objetos empleados o las figuras representadas […], sino también los gestos efectuados y las palabras pronunciadas […], en una palabra todos los elementos del rito sin excepción; y estos elementos tiene así valor de símbolos por su naturaleza misma, y no en virtud de un significado sobreañadido que les vendría dado por circunstancias exteriores y que no le sería verdaderamente inherente. Se podría decir aún que los ritos son símbolos “puestos en acción”, que todo gesto ritual es un símbolo “actuado”; no es en suma sino otra manera de expresar lo mismo, sólo que poniendo en evidencia más especialmente el carácter que presenta el rito de ser, como toda acción, de ser algo que se cumple necesariamente en el tiempo, mientras que el símbolo como tal puede ser considerado desde un punto de vista “intemporal”. En este sentido, se podría hablar de cierta preeminencia del símbolo en relación al rito; pero rito y símbolo no son en el fondo sino dos aspectos de una misma realidad» (cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XVI, ibíd..
[6] «Esta eficacia es enteramente independiente de lo que vale en sí mismo el individuo que cumple el rito; sólo la función cuenta aquí, y no el individuo como tal; en otros términos, la condición necesaria y suficiente es que éste  haya recibido regularmente el poder de cumplir este rito; poco importa que no comprenda verdaderamente su significado, e incluso que no crea en su eficacia, pues ello no podría impedir que el rito fuera válido si todas las reglas han sido convenientemente observadas» (Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XV, ibíd.)
[7] Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XXXI, ibíd..
[8] «La presencia del símbolo doctrinal en la mente del hombre puede constituir, precisamente, la condición preliminar para hacerse cargo eficazmente de los “símbolos actuados” en los que consiste toda la vida ritual, es decir, toda la vida tradicional» (cf. G. Ponte, “El primer trabajo a cumplir”, Revista de Estudios Tradicionales, número 3, (enero-junio, 2003).
[9] Un claro ejemplo de esta síntesis se encuentra en el ritual Lapis Reprobatum Secretum Custoditum, verdadera summa del patrimonio masónico (A. C. Pardes, Barcelona, 2014).
[10] Cf. R. Guénon, Consideraciones sobre la Iniciación, cap. XXXI, ibíd.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

La Espada

       Voz Espada, Diccionario Masónico. Simbolismo y Aspectos Históricos según la Tradición. Alexis Hatman. Revista Letra y Espíritu, 2007, Barcelona.

Solo el que tenga una fe inquebrantable puede blandir la espada, forjada en el centro supremo, contra el gigante sin que se rompa. Sólo puede empuñarla legítimamente aquél capaz de caminar sobre las aguas. [1]

Casi siempre está en relación con el golpe doloroso. [2]

El poder de soldar la espada rota es prueba de haber alcanzado el estado primordial. [3]

El motivo de la doble espada muestra la insuficiencia de la mera fuerza heroica: la primera espada, la que Parsifal suele llevar consigo, o ha conquistado en las aventuras preliminares, corresponde a las virtudes puramente guerreras probadas debidamente. La segunda, en Wolfram, Parsifal la obtiene sólo en el castillo del Grial, siendo aquel de quien todos esperaban que «hiciese la pregunta»: se asimila al propio Grial. [4]

De esta segunda espada dice Sigune a Parsifal: «Si conoces sus virtudes secretas, puedes afrontar sin miedo cualquier combate». Puede romperse y entonces, para soldarla, es necesario recurrir a las aguas de la «Fuente» (punto en el que la fuerza vivificante brota de su estado elemental). El objetivo último de la búsqueda, la «alta gloria» y la suprema dignidad, son alcanzadas cuando al empuñar la espada o al soldarla la conducen inmediatamente «a hacer la pregunta». Aquél que obtiene o suelda la espada está cualificado para resucitar al «rey», para restaurar el reino devastado y desierto. [5]

Ritualmente, la espada del masón puede jugar el mismo papel que la de Alejandro cuando corta el «nudo gordiano», en relación con el «nudo vital» o punto de unión de los elementos constitutivos de todo compuesto. Esto está en relación con el doble poder del rayo. [6] (ver Mallete)

La espada del jatib (predicador) musulmán, habitualmente de madera, simboliza el doble poder creador y destructor de la palabra.

En la India se considera nacida del vajra (rayo), aunque también se asimila al rayo solar. [7]

Su simbolismo axial lleva a la idea de armonización; así la espada no representa sólo el medio instrumental, sino también el fin mismo que se persigue. [8]

La punta de la espada toca el pecho a la altura del corazón cuando el candidato acaba de franquear recinto exterior de la Logia; la espada, prolongación física de la Luz que encarna el iniciado que la sostiene, toca de lleno el corazón del candidato. De algún modo se empieza a «activar» este centro, tras una primera purificación. [9]

Los Masones presentes en el rito de iniciación se armarán con sus espadas justo antes de la entrada del candidato, pero especialmente antes del «toque del corazón» por el Experto. También lo harán cuando el candidato preste sus dos juramentos con la punta del compás señalando el corazón. [10]

Los Masones están justificados por las Escrituras para llevar espada: según El Perfecto Masón (1744), los Maestros Escoceses del cuarto grado llevan espada por la cita de Nehemías IV, 12: «en cuanto a aquellos que construían, cada uno construía con una espada ceñida a sus riñones». [11]

En la India (A. K. Coomaraswamy) se considera que la espada deriva del relámpago, del rayo (vajra) del Dios Indra. Puede tener también un simbolismo axial, al igual que el vajra ritual que utilizan los lamas tibetanos, y se puede recordar que en el budismo el trono de diamente (vajra significa tanto diamante como rayo) del Buda está situado en el mismo centro de la rueda del mundo, único punto inmóvil en el que se concilian los contrarios, el Invariable Medio chino, lugar del éter que origina los cuatro elementos. En este punto, la cámara del Medio, donde ha de residir todo Maestro Masón, lugar en el que toda errancia ha desaparecido.

En al Apocalipsis (I, 16; XIX, 15) se identifica al Verbo divino, recogiendo con su doble filo el simbolismo del doble poder creador y destructor de la palabra.

Así pues, la espada es símbolo del Verbo, vehiculado por el éter, y del fuego (Dom Pernéty señala que la espada es el fuego de los filósofos). Reunión de los simbolismos de la luz (rayo) y el sonido (Verbo). [12]

Su presencia en los rituales masónicos franceses (especialmente en la consagración) contrasta con la ausencia en los ingleses. Es éste un elementos que remonta directamente a una fuente operativa muy anterior a 1717. [13]


Notas:
[1] Julius Evola, El Misterio del Grial, José J. Olañeta, Editor, 1997, Palma de Mallorca, p. 106-107.
[2] Idem, p. 107.
[3] Idem, p. 108-109.
[4] Idem, p. 133.
[5] René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, EUDEBA, 1988, pp. 134-136.
[6] Idem, caps. XXV y XXVI; René Guénon, Études sur la Francmaçonnerie et le Compagnonnage I, Éditions Traditionnelles, 1995, Paris, cap. I.
[7] Julius Evola, El Misterio del Grial, cap. XXVII.
[8] Idem.
[9] Philippe Langlet, Des Rits maçonniques (I), Éditions Dervy, Paris, 2004, p. 149.
[10] Idem, p. 150.
[11]Jean Pierre Schnetzler, La Francmaçonnerie comme voie spirituelle, Éditons Dervy, 1999, p. 138.
[12] Idem, pp. 204-205.

[13] Idem, p. 205.