martes, 5 de enero de 2016

La Ciudad de los Sauces; por René Guénon

   
Capítulo XXV de La Gran Tríada, 1946

  Aunque, como hemos dicho desde el comienzo, no tenemos intención de estudiar especialmente aquí el simbolismo rituálico de la Tien ti huei, hay, no obstante, un punto sobre el que queremos llamar la atención, pues se refiere claramente al simbolismo “polar”, que no carece de relación con algunas de las consideraciones que hemos expuesto. El carácter “primordial” de tal simbolismo, cualesquiera que sean las formas particulares que pueda adoptar, se ve especialmente por lo que hemos dicho respecto de la orientación; y eso es fácil comprenderlo, puesto que el centro es el “lugar” que corresponde propiamente al “estado primordial”, y además el centro y el polo son en el fondo una sola y misma cosa, pues en esto se trata siempre del punto único que permanece fijo e invariable en todas las revoluciones de la “rueda del devenir” [1]. El centro del estado humano, pues, puede representarse como polo terrenal, y el Universo total como polo celestial; y puede decirse que el primero es así el “lugar” del “hombre verdadero”, y el segundo el del “hombre trascendente”. Además, el polo terrenal es como el reflejo del polo celestial, puesto que, en cuanto está identificado con el centro, es el punto en que se manifiesta directamente la “Actividad del Cielo”; y estos dos polos están unidos entre sí por el “Eje del Mundo”, según la dirección del cual se ejerce esta “Actividad del Cielo” [2]. Por eso a algunos símbolos estelares, que pertenecen propiamente al polo celestial, se los puede relacionar también con el polo terrenal, en el que se reflejan, si cabe expresarse así, por “proyección” en el ámbito correspondiente. Por consecuencia, salvo en los casos en que los dos polos son señalados expresamente por símbolos distintos, no hay por qué diferenciarlos, teniendo así su aplicación el mismo simbolismo en dos diferentes grados de la universalidad; y esto, que expresa la identidad virtual del centro del estado humano con el del ser total [3], al propio tiempo corresponde también a lo que decíamos más arriba, de que el “hombre verdadero”, desde el punto de vista humano, no se lo puede distinguir de la “huella” del “hombre trascendente”.

     En la iniciación a la Tien-ti-huei, el neófito, después de haber pasado por diferentes etapas preliminares, a la última de las cuales se la designa como el “Círculo del Cielo y de la Tierra (Tien-ti-kiuen), llega finalmente a la “Ciudad de los Sauces” (Mu-tang-cheng), llamada también “casa de la Gran Paz” (Tai-ping-chuang) [4]. El primero de estos dos nombres se explica por el hecho de que, en la China, el sauce es símbolo de inmortalidad; equivale, pues, a la acacia en la Masonería, o al “ramo dorado” en los misterios antiguos [5]; y, a causa de este significado, la “Ciudad de los Sauces” es propiamente la “estancia de los Inmortales” [6]. En cuanto a la segunda denominación, indica, tan claramente como es posible, que se trata de un lugar considerado “central” [7], pues la “Gran Paz” (en árabe Es-Sakînah) [8] es lo mismo que la Shekinah de la Kábbala hebraica, es decir, la “presencia divina”, que es la manifestación misma de la “Actividad del Cielo”, y que, como ya hemos dicho, no puede residir efectivamente sino en tal lugar, o en un “santuario” tradicional que se le asimila. Este centro puede representar además, conforme a lo que acabamos de decir, bien el del mundo humano, bien el del Universo total; el hecho de que está más allá del “Circulo del Cielo y de la Tierra”, expresa, según el primer significado, que aquel que lo ha alcanzado escapa por ello mismo al movimiento de la “rueda cósmica” y a las vicisitudes del yin y el yang, luego a la alternancia de vidas y muertes, que es su consecuencia, de suerte que se le puede llamar verdaderamente “inmortal” [9]; y, según el segundo significado, hay una alusión bastante explícita a la situación “extracósmica” de la “techumbre del Cielo”.

     Ahora, lo que es notabilísimo, es que a la “Ciudad de los Sauces” se la representa ritualmente por un celemín lleno de arroz, y en el cual están plantados diversos estandartes simbólicos [10]; esta representación puede parecer más bien extraña, pero se explica sin dificultad tan pronto como se sabe que “celemín” (Teu) es en la China el nombre de la Osa Mayor [11]. Pues bien, se sabe qué importancia se le da tradicionalmente a esta constelación; y, particularmente en la tradición hindú, a la Osa Mayor (sapta-riksha) se la considera simbólicamente morada de los siete Rishis, lo que la hace en verdad equivalente de la “estancia de los inmortales”. Además, como los siete Rishis representan la sabiduría “suprahumana” de los ciclos anteriores al nuestro, es también como una especie de “arca” en la que está contenido el depósito del conocimiento tradicional, a fin de asegurar su conservación y su transmisión de edad en edad [12]; por ello, además, es una imagen de los centros espirituales que tienen en efecto esta función y, ante todo, del centro supremo que guarda el depósito de la Tradición primordial.

     A este respecto, mencionaremos otro simbolismo “polar” no menos interesante, que se encuentra en los antiguos rituales de la Masonería operativa: con arreglo a alguno de estos rituales, la letra G está representada en el centro de la bóveda, en el punto mismo que corresponde a la Estrella polar [13]; una plomada, suspendida de esta letra G, cae directamente al centro de una esvástica trazada en el pavimento, y que representa así el polo terrestre [14]: es la “plomada del Gran Arquitecto del Universo”, que, suspendida en el punto geométrico de la “Gran Unidad” [15], desciende del polo celestial al terrenal, y es así la figura del “Eje del Mundo”. Puesto que nos hemos visto conducidos a hablar de la letra G, diremos que en realidad debió de ser en realidad un iod hebraico, al que sustituyó, en Inglaterra, a consecuencia de una asimilación fonética de iod con God, cosa que, en el fondo, no cambia su sentido [16]; las interpretaciones diversas que de ello se han dado de ordinario (de las que la más importante es la que se refiere a la “Geometría”), como en su mayor parte sólo son posibles en las lenguas occidentales modernas, no representan, por más que digan algunos [17], sino acepciones secundarias que accesoriamente se han agrupado en torno a este significado esencial [18]. La letra iod, primera del Tetragrama, representa el Principio, de suerte que se considera que constituye por sí sola un nombre divino; además, en sí misma, es por su forma el elemento principial del que derivan todas las demás letras del alfabeto hebraico [19]. Hay que agregar que "I", la letra correspondiente del alfabeto latino, es también, tanto por su forma rectilínea como por su valor en las cifras romanas, símbolo de la Unidad [20]; y lo que al menos es curioso es que el sonido de esta letra es el mismo que el de la palabra china "i", que, como hemos visto, también significa la unidad, bien en su sentido aritmético, bien en su transposición metafísica [21].Lo que tal vez es aún más curioso es que Dante, en la Divina Comedia, ponga en boca de Adán que el primer nombre de Dios fue I [22] (lo que corresponde además, conforme a lo que acabamos de explicar, a la “primordialidad” del simbolismo “polar”) viniendo a continuación el nombre El y que Francesco da Barberino, en su Tractatus Amoris, se hiciese representar a sí mismo en actitud de adoración ante la letra I [23]. Ahora es fácil comprender lo que ello significa: ya se trate del iod hebraico o del i chino, ese “primer nombre de Dios”, que con toda probabilidad era también su nombre secreto entre los Fedeli d’Amore, no es otra cosa, en definitiva, que la expresión misma de la Unidad principial [24].

Notas:
[1] Para lo que concierne más particularmente al simbolismo del polo, enviaremos a nuestro estudio sobre Le Roi du Monde.
[2] Son las dos extremidades del eje del "carro cósmico", cuando las dos ruedas de este representan el Cielo y la Tierra, con el significado que tienen estos dos términos del Tribhuvana.
[3] Véanse las consideraciones que hemos expuesto a este respecto en Le Symbolisme de la Croix.
[4] Véase B. Favre, Les Societés secrètes en Chine, cap. VIII.
[5] Cf. L´Ésotérisme de Dante, cap. V.
[6] Sobre la "morada de inmortalidad", cf. Le Roi du Monde, cap. VII y Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. XXIII.
[7] En el simbolismo masónico, la acacia se encuentra también en la "Cámara del Medio".
[8] Cf. Le Roi du Monde, cap. III, y Le Symbolisme de la Croix, caps. VII y VIII. Es también la Pax Profunda de los Rosa-Cruz, y se recordará, por otra parte, que el nombre de la "Gran Paz" (Tai-Ping) fue adoptado en el siglo XIX para una organización emanada de la Pe-lien-huei.
[9] Cf. Le Roi du Monde, cap. III, y Le Symbolisme de la Croix, caps. VII y VIII. Es también la Pax Profunda de los Rosa-Cruz, y se recordará, por otra parte, que el nombre de la "Gran Paz" (Tai-Ping) fue adoptado en el siglo XIX para una organización emanada de la Pe-lien-huei.
[10] Podría hacerse aquí un parangón con los estandartes del "Campo de los Príncipes" en el "Cuadro" del grado 32º de la Masonería escocesa, donde, por una coincidencia todavía más extraordinaria, se encuentra además, entre varias palabras extrañas y difíciles de interpretar, la palabra Salix que significa precisamente "sauce" en latín; no queremos, por lo demás, sacar ninguna consecuencia de este último hecho, que indicamos solamente a título de curiosidad. En cuanto a la presencia del arroz en el celemín, evoca los "vasos de abundancia" de las diversas tradiciones, de los cuales el ejemplo más conocido en Occidente es el Grial, y que tienen también un significado "central" (V. Le Roi du Monde, cap. V); el arroz representa aquí el "alimento de inmortalidad" que además tiene por equivalente la "bebida de inmortalidad".
[11] No hay ahí ningún "juego de palabras", contrariamente a lo que dice B. Favre; el celemín es realmente aquí el símbolo mismo de la Osa Mayor, como la balanza lo fue en una época anterior, pues, según la tradición extremo-oriental, la Osa Mayor era llamada "Balanza de jade", es decir, según el significado simbólico del jade, Balanza perfecta (como además la Osa Mayor y la Osa Menor fueron asimiladas a los dos platillos de una balanza), antes que este nombre de la Balanza fuera transferido a una constelación zodiacal (cf. Le Roi du Monde,  cap. X).
[12] El arroz (que equivale naturalmente al trigo en otras tradiciones) tiene un significado en relación con ese punto de vista, pues la nutrición simboliza el conocimiento, siendo la primera asimilada corporalmente por el ser como la segunda lo es intelectualmente (cf. L´Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. IX). Esta significación se vincula además inmediatamente a la que ya hemos indicado: en efecto, es el conocimiento tradicional (entendido en el sentido de conocimiento efectivo y no simplemente teórico) el verdadero "alimento de inmortalidad" o, según la expresión evangélica, el "pan bajado del Cielo" (San Juan, VI), pues "no sólo de pan (terrestre) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (San Mateo, IV, 4; San Lucas, IV, 4), es decir, de manera general, la que emana de un origen "supra-humano". Señalemos a este propósito que la expresión ton arton ton epiousion, en el texto griego del Pater, no significa de ningún modo el "pan de cada día", como se traduce habitualmente, sino muy literalmente "el pan supraesencial" (y no "suprasustancial" como dicen algunos, confundiendo el sentido del término ousia como hemos indicado en Le Règne de la Quantité, cap. I), o "supracelestial" si se entiende el Cielo en el sentido extremo-oriental, es decir, procedente del Principio mismo y dando por consiguiente al hombre el medio de ponerse en comunicación con éste.
[13] La Osa Mayor está también, por otra parte, actualmente todavía en el cielo raso de muchas Logias masónicas, incluso "especulativas" .
[14] Señalamos esto muy particularmente a la atención de los que pretenden que "hacemos de la esvástica el signo del polo", mientras que sólo decimos que tal es en realidad su sentido tradicional; ¡quizás podrán incluso hasta suponer que nosotros hemos "hecho" también los rituales de la Masonería operativa!
[15] Este mismo punto es también, en la Kábala hebrea, aquel donde está suspendida la balanza de la que se trata en el Siphra di-Tseniutha, pues sobre el polo reposa el equilibrio del mundo; y este punto es designado como "un lugar que no existe", es decir, como lo "no-manifestado", lo que corresponde, en la tradición extremo-oriental, a la asimilación de la Estrella polar, en tanto que "hecha de Cielo", al lugar del Principio mismo; esto está igualmente en relación con lo que hemos dicho antes de la balanza a propósito de la Osa Mayor. Los dos platillos de la balanza, con su movimiento alternativo de subida y de bajada, se refieren naturalmente a las vicisitudes del yin y del yang; la correspondencia con el yin de un lado y el yang del otro vale además, de manera general para todos los símbolos dobles que presentan una simetría axial.
[16] La sustitución de la iod por la G, es indicada especialmente, pero sin explicar la razón, en la Récapitulation de toute la Maçonnerie ou description et explication de l´Hiéroglyphe universel du Maître des Maîtres, obra anónima atribuida a Delaulnaye.
[17] Hay incluso quienes parecen creer que no es sino después cuando la letra G habrá sido considerada como la inicial de God; ellos ignoran evidentemente el hecho de su sustitución al iod, que es la que le da toda su verdadera significación desde el punto de vista esotérico e iniciático.
[18] Los rituales recientes del grado de Compañero, para encontrar cinco interpretaciones de la letra G, le dan frecuentemente unos sentidos que son más bien forzados e insignificantes; este grado ha sido, por otro lado, particularmente maltratado, si así puede decirse, tras los esfuerzos que se han hecho para modernizarlo. En el centro de la Estrella flamígera, la letra G representa el principio divino que reside en el corazón del hombre "dos veces nacido" (cf. Aperçus sur l´Initiation, cap. XLVIII).
[19] Se sabe que el valor numérico de esta letra es 10, y remitiremos al respecto a lo que se dijo antes sobre el simbolismo del punto en el centro del círculo. 
[20] Quizá tendremos algún día la ocasión de estudiar el simbolismo geométrico de ciertas letras del alfabeto latino y el uso que de él se ha hecho en las iniciaciones occidentales.
[21] El carácter i es también un rasgo rectilíneo; no difiere de la letra latina I más que en estar colocado horizontalmente en lugar de estarlo verticalmente. En el alfabeto árabe, es la primera letra, alif, que vale numéricamente la unidad, la que tiene forma de un rasgo rectilíneo vertical.
[22] Paradiso, XXVI, 133-134. En un epigrama atribuido a Dante, la letra I es denominada "la novena figura", según su rango en el alfabeto latino, aunque el iod al cual ella corresponde, sea la décima letra del alfabeto hebreo; se sabe además que el número 9 tenía para Dante una importancia simbólica muy particular, como se ve especialmente en la Vita Nuova (cf. L´Ésotérisme de Dante, capítulos II y VI).
[23] Véase Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei "Fedeli d´Amore", vol. II, páginas 120-121, donde se encuentra la reproducción de esta figura.
[24] Estas observaciones habrían podido utilizarse por los que han buscado establecer similitudes entre la Tien-ti-huei y las iniciaciones occidentales; pero es probable que las hayan ignorado, pues no tenían sin duda apenas datos precisos sobre la Masonería operativa, y todavía menos sobre los Fedeli d´Amore.



N. del T.: El Campamento de los Príncipes del Grado 32 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, citado en la nota 10 de este capítulo (no aparece en el original francés):