viernes, 31 de octubre de 2014

El Antimasonismo de Julius Evola; por Daniel Frot


Reseña del libro de J. Evola Écrits sur la Franc-Maçonnerie, Pardès, Puiseaux, 1987) aparecida en el nº 10 de  L'Age d'Or, Puiseaux, otoño de 1990.

La presente recopilación está compuesta por siete artículos de Julius Evola aparecidos entre 1937 y 1942 en La Vita Italiana, dirigida por Giovanni Preziosi, y por otro texto aparecido en el cotidiano Il Regime Fascista de Roberto Farinacci. Las notas históricas y documentales debidas a Renato del Ponte y al traductor [al francés], François Maistre, un apéndice de reseñas de Guénon y una bibliografía crítica analizada en la que figuran especialmente las obras de Marius Lepage y de Arturo Reghini, hacen de los Écrits sur la Fran-Maçonnerie un volumen de una excelente presentación y que no carece de interés. Igualmente es necesario mencionar un estudio sobre Léon de Poncins, "un contra-revolucionario integral", así como una bibliografía de este último autor, para con quien Guénon, al parecer, tenía cierta estima.

Es preciso decir, como hace notar Renato del Ponte en su introducción, que entre Julius Evola y René Guénon se estableció un diálogo de sordos acerca del espinoso tema que constituye la Francmasonería. Pero es importante precisar que el autor de Rebelión contra el mundo moderno se sitúa sobre todo en un terreno político -y el contenido de este volumen lo demuestra ampliamente-, mientras que el punto de vista de René Guénon era ante todo de orden estrictamente iniciático. Antes de Guénon, ¿no ha sido ya todo dicho acerca de la Francmasonería, excepto lo esencial, como se ha escrito? Sobre una cuestión tan compleja como la de la Francmasonería, Guénon usaba de muchos más matices de lo que deja entender Renato del Ponte ("Guénon avanza ciertas afirmaciones, nítidas, agudas, en su estilo típicamente alusivo"). El exclusivismo le era hasta tal punto extraño que no condenó a ninguna obediencia francesa en provecho de otra.

En cierta manera, el antimasonismo sin fisuras de Evola se comprende muy bien puesto que se sitúa en una perspectiva bastante cercana a la del antimasonismo del tradicionalismo católico francés, representado por Léon de Poncins. Evola, no obstante, no retoma todos los argumentos de los antimasones. Así, para él, la Masonería moderna no tenía -al menos en sus cuatro quintas partes- absolutamente nada de iniciático[1]. Reconocía así abiertamente que una quinta parte de la Masonería actual tenía un carácter iniciático, como lo señala Édouard Rivet en su artículo titulado "René Guénon franc-maçon" aparecido en el "Cahier de L'Herne" dedicado al autor de La Gran Tríada. Aquello que podría ser objetado de este texto de Evola se remonta al menos a una treintena de años, y la proporción de masones que se interesan por el simbolismo y la iniciación se sitúa más bien por debajo de la cifra dada.

La extrema degeneración de la Masonería "especulativa" y "obediencial" es una constatación al alcance de cada cual, tanto más cuanto que las payasadas de los grandes maestros elegidos como dictadores africanos no ofrecen precisamente una imagen "positiva" de los guardianes de la inteligencia y del conocimiento... La acusación más severa contra la Masonería contemporánea no ha sido pronunciada por antimasones fanáticos sino por masones que han pertenecido a diferentes obediencias y que no aparecen como discípulos de René Guénon [2]. Por otra parte, pueden emitirse ciertas dudas sobre esta empresa de redescubrimiento de la Iniciación y de la reconstitución de Logias libres y soberanas, puesto que Franc-Maçonnerie ou Initiation es una obra que no está exenta de indicios más que sospechosos, como el juicio negativo lanzado contra la obra guenoniana.

La vocación "subversiva" de una gran parte de la Masonería "especulativa" nacida en el siglo XVIII es hoy en día indudable. Cuando Julius Evola escribía, en noviembre de 1941, en su artículo a propósito del libro de Léon de Poncins La Franc-Maçonnerie contre la France: "De Poncins señala que la Masonería se caracteriza por la tendencia a materializar lo espiritual y a divinizar la materia, a transferir los rasgos de la divinidad al hombre materializado, y más tarde al hombre como colectividad democrática. La Masonería favorece así una "liberación" total del hombre y de los Estados, sustraídos a toda autoridad espiritual y temporal, oponiendo al universalismo cristiano y especialmente católico lo que es su antítesis: una teocracia al revés, n internacionalismo de inspiración racionalista y democrática" (p. 88), la acción de la Masonería moderna, nacida en 1717, en los países latinos, queda exactamente resumida. El antimasonismo nace en reacción a esta situación, tal como indica Renato del Ponte.

¿Debe entonces concluirse que la Masonería, que puede invocar "un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real", no oculta ya ninguna posibilidad iniciática? "Para el aspirante potencialmente cualificado", ¿la iniciación "virtual" se reduce a una "nada absoluta", como escribe Renato del Ponte, quien evoca un "enigmático espejo destinado a desviar conscientemente fuerzas y energías que podrían estar orientadas en una dirección distinta" (p. 20)? Aunque la Masonería se haya hecho "teórica" y ya no trabaje efectivamente en ninguna "realización", ni espiritual ni material (retomamos aquí los propios términos de Guénon), la iniciación "virtual" no puede equivaler a una nada absoluta, puesto que "(...) una organización iniciática que posea una filiación auténtica y legítima, sea cual sea el estado más o menos degenerado en el cual se encuentre actualmente reducida, no podría con seguridad ser jamás confundida con una pseudo-iniciación cualquiera, que no es en suma sino una pura nada, ni con la contra-iniciación, que sí que es algo, pero algo absolutamente negativo, que directamente va en contra del objetivo que se propone esencialmente toda verdadera iniciación"[3]. En una perspectiva tradicional, sería mucho más acertado insistir en "la ausencia casi completa de doctrina y de método, que es la señal habitual de las organizaciones occidentales"[4].

Por otra parte, incluso antes de su partida a tierras del Islam, René Guénon mostró un interés por la Orden jamás desmentido -en 1931, la aparición de La trahison spirituelle de la Franc-Maçonnerie provocó la ruptura con Jean Marquès-Rivière-. La Masonería "fue fundada sobre la Fuerza", tal como ha recordado el guenoniano masón Denys Roman, y ni los grandes maestros, ni las obediencias, ni los engranajes administrativos ni los reglamentos constituyen una organización iniciática: "(...) La acción de los masones, e incluso de las organizaciones masónicas, en toda la medida en que está en desacuerdo con los principios iniciáticos, no podría en modo alguno ser atribuida a la Masonería como tal"[5].

¿Qué pensar de una regularidad únicamente "administrativa" (la demasiado célebre Logia P.2 no era finalmente "regular" más que desde este único punto de vista) o de "landmarks" "redactados día a día según las necesidades del momento, por un cuerpo administrativo completamente desprovisto de conocimientos y de valor sobre el terreno de la iniciación tradicional"[6]? La regularidad auténtica e iniciática había sido ya definida en un artículo de abril de 1910, aparecido con la firma de Palingénius en La Gnose, "La ortodoxia masónica", en estos términos: "(...) La verdadera regularidad reside esencialmente en la ortodoxia masónica; y esta ortodoxia consiste ante todo en seguir fielmente la Tradición, en conservar cuidadosamente los símbolos y las formas rituales que expresan a esta Tradición y que son como su vestidura, en rechazar toda innovación sospechosa de modernismo. Empleamos esta palabra a propósito, para designar la tendencia demasiado extendida que, en la Masonería como en todas partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, por el rechazo del simbolismo, por la negación de todo lo que constituye la Ciencia esotérica y tradicional".

Algunos puntos de la argumentación de Renato del Ponte, que se muestra partidario de un "estudio histórico de la vía iniciática", no le restan persuasión. No se podría pensar en encontrar una tan enorme contradicción como la siguiente: "La Masonería operativa ya no existe" (p. 18), la filiación directa entre Masonería operativa y Masonería especulativa "queda por demostrar sobre el terreno histórico" (p. 19), pero "(...) indicios suficientes permiten pensar que han existido y existen aún en occidente centros iniciáticos, totalmente ignorados por Guénon, ni cristianos ni masónicos, que se remontan a la tradición hermética egipcia y helénica, así como círculos órfico-pitagóricos y otros que se vinculan con el centro, jamás desaparecido, de la tradición sacral romana. Es necesario además recordar a los amnésicos que la iniciación a los misterios mitraicos jamás se ha interrumpido y representa hoy en día una realidad viva" (p. 13). El lector, con seguridad, no dejará de sentirse completamente perdido, él, que pensaba que la herencia del Pitagorismo y del Orfismo había sido integrada en la Francmasonería... Dejando aparte la herencia de los Collegia Fabrorum, recogida en la Masonería, uno debería preguntarse cómo la existencia de "círculos iniciáticos" vinculados con el centro de la tradición sacral romana ha podido escapar a la atención de Guénon, que tenía bastantes corresponsales en Italia, a menos que no se trate aquí de arqueología o de interés por los "residuos psíquicos" de la Roma decadente...

Parece difícil, en relación con la transmisión iniciática, utilizar consideraciones exclusivamente históricas. Atenerse, en lo que concierne a la Francmasonería, a un solo punto de vista "racionalista" apenas permite aprehender su historia y su devenir. Así, Renato del Ponte escribe en una nota: "(...) es cierto que los altos grados son una pura y simple invención del siglo XVIII, destinada a la aristocracia francesa, cuya vanidad caballeresca debía ser halagada para servir a los objetivos de la Institución. Que algunos símbolos, divisas o costumbres sacados de la tradición de los Rosa-Cruces o de los Templarios hayan penetrado en la Francmasonería no prueba ciertamente relaciones o filiaciones directas (ningún historiador serio, evidentemente, presta fe hoy en día a la leyenda de los Templarios refugiados en Escocia tras la supresión de la Orden...). El propio Guénon expresaba algunas dudas acerca del carácter artificial de los altos grados y sobre su verdadero alcance iniciático en un artículo de 1910, "Les hauts grades maçonniques" (...)". Ahora bien, René Guénon jamás ha dudado de la realidad de la herencia templaria, apoyado en ello por los rituales. René Le Forestier, en La Franc-Maçonnerie templière et occultiste, cita a un autor alemán, W. Begemann, según el cual hubo Templarios en Escocia hasta 1563.

En cuanto a la cuestión de los altos grados, sigue siendo de las más singulares y la apreciación de Renato del Ponte, de orden "sociológico", nos parece al menos "reductora". Los altos grados se encuentran ya en los primeros años de la Masonería especulativa. Su substancia simbólica es de las más interesantes, tal como han demostrado un cierto número de autores, y no hace sino añadirse al carácter esotérico e iniciático de la Masonería. Palingénius, en su artículo de mayo de 1910 sobre "Los altos grados masónicos", evocaba de hecho su alcance iniciático potencial "si hubiera centros iniciáticos verdaderos, encargados de transmitir la ciencia esotérica y de conservar integralmente el depósito sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal".

El problema, sin duda, está lejos de ser marginal, puesto que en "Parole perdue et mots substitués", artículo aparecido en 1948 en los Études Traditionnelles, Guénon debía volver sobre los altos grados. En primer lugar descartaba los sistemas de grados numerosos, "que no reflejan manifiestamente sino las concepciones particulares de sus autores", y después distinguía dos casos: "por un lado, el de los grados que tienen una relación directa con la Masonería (...) y, por otro, el de los grados que pueden ser considerados como representando vestigios o recuerdos" -Guénon escribía en una nota: "incluimos aquí la palabra "recuerdos" para no tener que entrar en ninguna discusión sobre la filiación más o menos directa de estos grados, lo que acarrearía el riesgo de llevarnos demasiado lejos, sobre todo en lo concerniente a las organizaciones que se vinculan con diversas formas de iniciación caballeresca"- "incorporados en la Masonería, o en cierto modo "cristalizados" alrededor de ella, procedentes de otras antiguas organizaciones iniciáticas occidentales. La razón de ser de estos últimos grados, si no se los considera como no teniendo más que un interés simplemente "arqueológico" (lo que evidentemente sería una justificación totalmente insuficiente desde el punto de vista iniciático), es en suma la conservación de lo que aún puede haberse mantenido de las iniciaciones de las que se trata, de la única manera en que esto era posible después de su desaparición en tanto que formas independientes; habría ciertamente mucho que decir acerca del papel "conservador" de la Masonería y sobre la posibilidad que ofrece de suplir en cierta medida la ausencia de iniciaciones de otro orden en el actual mundo occidental".

Cuando Renato del Ponte afirma, entonces, no sin cierta condescendencia respecto a los "celosos continuadores" de Guénon, que es bueno señalar "dado que habitualmente se pasa por alto este detalle esencial, que la cualificación reclamada para la iniciación masónica se refiere a ciertos miembros de lo que se conoce como la "tercera casta" en las sociedades tradicionales y no tiene entonces nada que ver con las vías de realización propias al sacerdote y al guerrero" (p. 15), se ve con ello cuántas afirmaciones, que se quieren definitivas, deberían ser matizadas. Ocurre por otra parte lo mismo con las cuestiones de orden histórico, como la del papel de la Masonería en el desencadenamiento de la Revolución francesa, o la de las condenas pontificias.

A propósito de los símbolos masónicos, Renato del Ponte escribe que "(...) es innegable que se han extendido progresivamente, junto a los símbolos de los maestros constructores, antiguos y originales, otros numerosos símbolos que pertenecen a tradiciones absolutamente extrañas y mezcladas" (p. 19). ¿No es ésta justamente una función "providencial" de la Masonería, que ha recogido herencias preciosas y que por ello tiene ese papel "conservador" evocado por René Guénon?

La Orden masónica es "una forma de iniciación anterior al Cristianismo y que solamente ha sido integrada, "aceptada" por éste" [7]. Así, se reabsorbe en la Masonería, que no está ligada en modo alguno a un exoterismo particular, todo lo que ha habido de "iniciático" en Occidente; lo que indica, como ha demostrado Denys Roman, que tiene un papel por desempeñar para el fin del presente ciclo cósmico y que debe entonces, remontándose al origen de la humanidad, permanecer viva hasta el término de este último.

Notas:
[1] Cf. EA (Julius Evola), "Des limites de la "régularité" initiatique", en J. Evola, Ur y Krur. Introduction à la Magie, Krur 1929, Archè, Milán,1985.
[2] Une Loge révèle, Franc-Maçonnerie ou Initiation, Éditions du Rocher, Mónaco, 1985. Pierre Dangles, Loge sauveraine ou Loges esclaves, Éditions du Rocher, 1986.
[3] René Guénon, Aperçus sur l'initiation, Éditions Traditionnelles, París, 1977, p. 196.
[4] Charles-André Gilis, Introduction à l'enseignement et au mystère de René Guénon, Les Éditions de l'Oeuvre, París, 1986, p. 106.
[5]  René Guénon, reseña de Gherardo Maffei (Julius Evola), "Sui rapporti fra ebraismo e massoneria", en La Vita Italiana, XXV, nº 291, Roma, junio de 1937; publicada en Études Traditionnelles, septiembre de 1937. Esta reseña se reproduce en los Écrits..., pp. 109-110.
[6]  Marius Lepage, L'Ordre et les Obédiences. Histoire et Doctrine de la Franc-Maçonnerie, Dervy-Livres, París, 1978, p. 94
[7] Jean Reyor, citado por M. Lepage, op. cit., p. 135.