sábado, 23 de agosto de 2014

El Simbolismo Masónico; por Jean Palou

Cap. IX de La Franc-Maçonnerie, Paris, Payot. Trad. castellana de A. Llanos: La Franc-Masonería, Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1975.

LAS LOGIAS DE SAN JUAN

En la Francmasonería, los talleres de los tres primeros grados se llaman logias azules o logias de San Juan. Veremos, en efecto, más en detalle la significación histórica y simbólica de esta última expresión. Además, los dos términos están perfectamente ligados entre sí, puesto que el simbolismo conoce tres colores azules, "uno que emana del rojo, otro del blanco y un tercero que se une al negro...", lo que corresponde a las masonerías azul, roja, negra y blanca. Por otra parte, esas tres modalidades del mismo color están a la vez unidas tanto a los tres grados de la iniciación antigua como al triple bautismo cristiano, porque... "San Juan Bautista bautiza en el agua (azul) para inspirar la penitencia: es una preparación a un segundo bautismo que él anuncia y que Jesucristo dará por el Espíritu Santo y por el fuego" [1]. Se ve entonces porqué las logias azules constituyen las primeras marchas, en la humildad y el abandono del mundo profano, hacia la regeneración producida más tarde por el fuego (Fuego-Cordero). Naturalmente a este simbolismo de los colores se agrega el de San Juan.

En la obra bien conocida de Samuel Prichard aparecida en Londres en 1730, Masonry dissected, se pueden leer las preguntas y respuestas siguientes:

P.: ¿De dónde vienes?

R.: De la santa logia de San Juan.

P.: ¿Qué recomendaciones traes?

R.: Las recomendaciones que traigo de los verdaderos y venerables hermanos y compañeros de la verdadera y santa logia de San Juan, de donde vengo, y yo os saludo tres veces de todo corazón [2].

Doce años más tarde se expresa en L'Ordre des Francs- Maçons trahi et leur secret révélé [3] una versión más sucinta que la precedente: "Preguntas que se agregan a algunas de las precedentes cuando un francmasón extraño pide ser admitido en la logia":

P.: ¿De dónde vienes?

R.: De la logia de San Juan.

Paul Naudon, en una obra reciente sobre Les loges de Saint-Jean, se afana en demostrar las relaciones existentes entre la Francmasonería y los dos San Juan. Este interesante estudio es, por otra parte, más histórico y filosófico que propiamente simbólico, y es este último plano el único que nos interesa aquí.

¿A qué San Juan ha querido honrar la Masonería al dar su nombre a sus logias azules, tanto en el pasado para las logias de los compañeros constructores, como en la masonería moderna para los talleres de los tres primeros grados? El hermano E. F. Bazot escribe a este respecto: "...en cuanto al San Juan que los masones han tomado como patrón no puede ser ni Juan Bautista ni Juan Evangelista, que no tienen, ni uno ni el otro, ninguna relación con la institución filantrópica de la Fracmasonería. Se debe pensar, con los hermanos más filósofos y más esclarecidos, que el verdadero patrono de las logias es San Juan el Limosnero, hijo del rey de Chipre, que en tiempos de las Cruzadas dejó su patria y la esperanza del trono para ir a Jerusalén a prodigar los socorros más generosos a los peregrinos y a los caballeros. Juan fundó un hospital e instituyó hermanos para cuidar a los enfermos, a los cristianos heridos, y distribuir ayudas pecuniarias a los viajeros que iban a visitar el Santo Sepulcro. Juan, digno por sus virtudes de convertirse en el patrono de una sociedad cuyo único fin era la beneficencia, expuso miles de veces su vida para hacer el bien. La peste, la guerra, el furor de los infieles, nada pudo detenerlo. La muerte lo abatió en medio de sus trabajos; pero el ejemplo de sus virtudes quedó para sus hermanos que se comprometieron a imitarlo. Roma lo canonizó con el nombre de San Juan el Limosnero, o San Juan de Jerusalén; y los masones cuyos templos destruidos por la barbarie él había erigido de nuevo, lo eligieron de común acuerdo como su protector" [4]. Paul Naudon rechaza con una frase un poco desdeñosa [5] esta opinión de Bazot que, evidentemente, al dar a la orden el único fin de la beneficencia olvida demasiado que la masonería es ante todo una técnica de realización espiritual. Es posible que el origen de la afirmación de Bazot sea -como dice P. Naudon [6] en el discurso de Ramsay-, que: "...nuestra orden (la masonería) se unió íntimamente con los caballeros de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevan el nombre de logias de San Juan". Se trata, pues, de otra masonería distinta de la de los tres primeros grados, y si Bazot ha cometido un error es el de dar el patronazgo de San Juan de Jerusalén a las logias azules, en tanto que Ramsay quería hablar de otra masonería, es decir, de grados irlandeses o escoceses.

La única relación entre San Juan el Hospitalario o el Limosnero y los masones operativos se basa en un hecho referido por Rohrbacher. Se lee, en efecto, en este autor que San Juan el Limosnero, patriarca de Alejandría, envió inmensos recursos a Modesto, abate de San Teodoro, en Palestina, para reconstruir las iglesias destruidas en 615 por los árabes [7]. En realidad, los santos patronos de la orden masónica son San Juan llamado el Precursor y San Juan el Evangelista, uno y otro en estrecho contacto con Janus, dios de los romanos, "dios de las corporaciones de artesanos o Collegia fabrorum que celebraban en su honor las dos fiestas solsticiales de invierno y verano" [8].

En el primer capítulo del Evangelio según San Lucas, Zacarías insiste mucho para explicar el nombre de su hijo, el futuro Precursor. Él dice que se llamará Juan, lo que anuncia la piedad y la misericordia que serán los caracteres mismos del bautista [9]. Es necesario observar que en hebreo el nombre Juan se dice hanan, que significa a la vez beneficencia y misericordia, mérito, gracia, merced (esta última palabra tiene el sentido de "piedad" y no carece de interés señalar el papel de la orden de los Trinitarios u orden de la Piedad, orden de caballería destinada a rescatar a los cristianos caídos en las manos de los infieles y que constituye el grado 26º de los altos grados del rito escocés). Johanan significa simultáneamente "misericordia de Dios" y "loa de Dios", y esos dos sentidos se aplican, el primero al Bautista, el segundo al Evangelista. René Guénon ha observado justamente sobre el caso "que la misericordia es por cierto descendente y la loa ascendente, lo que nos conduce aún a su relación con las dos mitades del ciclo anual" [10], es decir, con las fiestas solsticiales de San Juan de Invierno y de San Juan de Verano (27 de diciembre y 24 de junio).

San Juan Bautista es representado siempre vestido con un manto de color rojo, que es el símbolo del martirio [11], y en el baptisterio de Constantino, en la iglesia de San Juan de Letrán en Roma, se pueden ver alrededor de su estatua de plata siete siervos del mismo metal, "imagen de los siete dones del Espíritu Santo recibidos con el bautismo" [12]. Se recordará a este respecto que nadie puede ser admitido en una logia de San Juan sin la presencia de siete masones. Un nexo aun más estrecho entre el escocismo y San Juan Bautista se observa en la iglesia de Santa María de las Fuentes de Lieja. Se ve en esta iglesia un fuerte bajo relieve de cobre el cual representa al Precursor bautizando al filósofo Cratón. La fuente bautismal descansa sobre doce bueyes, símbolo de los doce profetas de la antigua ley y de los doce apóstoles de la nueva ley (hay allí también una doble alegoría a la circuncisión y al bautismo). La fuente bautismal se convierte entonces en la imagen del mar de bronce que Salomón había consagrado a la entrada del Templo para purificarse, que es uno de los símbolos de un alto grado escocés [13].

San Juan Evangelista, "la loa de Dios", es representado en los vitrales de la Edad Media y en los Libros de las Horas con un hábito verde. En Bourges, él tiene una túnica verde y un manto rojo nimbado de oro. Se le ve bautizando por aspersión (es decir, vertiendo agua sobre la cabeza de los bautizados) almas representadas por personajes desnudos y asexuados. Por encima del Santo aparece Cristo rodeado de siete candelabros de oro, y el Salvador mantiene en una mano un libro cerrado por siete sellos, y en la otra el globo del mundo [14]; la túnica verde es el símbolo de la caridad, y este color es igualmente el de ciertos números de grados escoceses, en especial el del Príncipe de la Misericordia, del que hablamos más arriba. La esmeralda, piedra preciosa también verde, es la joya atribuida al Evangelista. El número siete es el número propio de ambos santos (por ejemplo, en ciertas pinturas se puede ver al Evangelista rodeado de siete formas de iglesias, pues ese numero simboliza el misterio de que se rodean las verdades encerradas en el Libro Divino) [15]. El águila "que se eleva, desde el primer impulso de su vuelo, hasta el seno de Dios, para expresar en términos consagrados el origen de su Verbo y el principio de la luz divina" [16], como el águila del Tetramorfo que al "planear igual que ésta por encima de todas las generaciones humanas cuando relata el nacimiento eterno del Verbo" [17], son las aves de San Juan, cuyo Evangelio se lee en cierto número de logias al iniciarse los trabajos. Existe una relación todavía más estrecha entre el Evangelio y la francmasonería cuando se observa, en el Apocalipsis, a Juan que recibe de un ángel una vara de una toesa con orden de medir el templo, excepto el espacio alrededor del tabernáculo, que era abandonado a los gentiles por Dios, los que deberían recorrer, en las tinieblas exteriores, ese espacio durante tres años y medio [18]. Es necesario aproximar aquí a Juan, maestro de la iniciación y que preside la dirección del templo esotérico, con la logia que lleva su nombre, en la cual los profanos no pueden ser admitidos sino después de tres años de aprendizaje, cuando son recibidos como compañeros, único grado de la antigua Masonería operativa. Más curiosa aún es esa cita de Dante -que quizá perteneció a los Fieles de Amor o a la Fraternidad de los Rosacruces- que muestra a Juan mártir, quien prueba así su amor a Dios, después de haberlo extraído del pecho del Celestial Pelícano [19]. Nos resultaría fácil desarrollar las numerosas relaciones existentes entre la simbólica cristiana de Juan y las logias de San Juan, pero queremos llegar a los vínculos -y éste es el término iniciático exacto- que existen entre los dos San Juan y Janus.

Janus es Cluvius (el que lleva las llaves), al mismo tiempo que Patuleius (el obrero) y Clusius o Cluvisius, es decir, el que cierra [20]. Se le denominaba también el Padre, y los sacerdotes salios lo invocaban como dios de los dioses. Janus era sobre todo el maestro de la iniciación, y Ovidio nos dice que nadie entraba en el cielo si él no abría la puerta [21], y Marcial expresa que él también iniciaba la marcha de las estaciones del año y de las revoluciones celestes, y de ahí su nombre Janitor, el portero del cielo [22]. Más tarde, Janus se convirtió entre los romanos en el guía de las almas y el jefe de los Manes (Janus Bifrons) que él hacía remontar tres veces por año desde los infiernos al mundo superior, el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre [23].

Las fiestas solsticiales de Janus se convirtieron en las fiestas de San Juan de Invierno y San Juan de Verano. Dios de los artesanos constructores, es decir, de los hombres del oficio cuya iniciación desemboca en los pequeños misterios, Janus se cristianizó y devino el patrono bajo el nombre de dos santos (Juan) -que en suma no son más que dos modalidades de un solo y mismo ser- de las logias de los constructores de la Edad Media, que celebraban sus fiestas el 27 de diciembre y el 24 de junio. Esto es tan cierto que se puede ver en la iglesia de Saint-Remy en Reims un vitral donde figura "un San Juan que se podría llamar "sintético", que incluye en una sola figura al Precursor y al Evangelista, fusión subrayada por la presencia encima de la cabeza de dos tornasoles dirigidos en sentido opuesto (los dos solsticios), una especie de Janus cristiano en suma" [24]. Nos parece del mismo modo útil mencionar que en el simbolismo masónico operativo que se ha trasmitido a la masonería anglosajona se halla una figuración de dos San Juan representada por un círculo que lleva en su centro un punto, círculo que ostenta dos tangentes paralelas. "Este círculo es considerado como una figura del ciclo anual, mientras que los puntos de contacto de esas dos tangentes, diametralmente opuestas una a la otra, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales" [25]. Ya hemos dicho que Janus poseía a menudo dos rostros (bifrons), muy raramente cuatro [26], y mencionaremos ese curioso ejemplo que muestra muy bien la relación de los dos rostros de Janus con los masones operativos. En la catedral de Nantes se puede admirar la tumba del duque de Bretaña, Francisco II, por Michel Colombe. En uno de los ángulos de la tumba se halla una estatua que representa la Prudencia. Se trata de una mujer de doble rostro: el de una joven y el de un anciano (alegoría de Janus). Ese personaje sostiene en una mano un espejo convexo que simboliza el microcosmos (el espejo fue introducido bastante tarde en el rito rectificado en el grado de compañero después de haber sido conocido en la Estricta Observancia, en 1782) y, en la otra, un compás [27]. El escultor del siglo XVI ha sabido, pues, reunir perfectamente todos los símbolos iniciáticos: el de Janus, patrono de los constructores, y el compás, instrumento de los maestros masones. Más asombrosa aún esa madera grabada con el Tratado del Azoth del alquimista Basile Valentín, donde se observa "a los pies de Atlas, que soporta la esfera cósmica, un busto de Janus -Prudencia- y un niño que deletrea el alfabeto -Simplicitas-" [28], que nos presenta a Janus como maestro de la iniciación ante el cosmos, es decir, la logia, y el niño que deletrea, el aprendiz que deberá -por el esfuerzo iniciático- reunir lo que está disperso, esto es, las letras que formarán las palabras sagradas, las palabras claves. Porque no se podría olvidar tampoco que Janus, dios de las puertas celestes y al que es consagrado el mes de enero, tiene entre sus atributos una llave, que simboliza el instrumento que permite abrir las puertas, las barreras, para llegar a un conocimiento más perfecto, más profundo del esoterismo [29]. Esta llave se ha tornado un cetro en ciertas representaciones de Janus, siendo esos dos atributos también los de Cristo: "¡O Clavis David, et sceptrum domus Israel!... Tú eres, ¡oh Cristo esperado! la llave de David y el cetro de la casa de Israel. Tú abres, nadie puede cerrar; y cuando tú cierras nadie podría ya abrir..." [30]. Este santo del oficio romano del 20 de diciembre, al mismo tiempo que el anuncio de la fiesta del Evangelista -el solsticio de invierno cuya puerta se abre con la llave de Janus-, canta la llegada del salvador que será bautizado por el Precursor y que dará a Pedro el poder de las llaves: la de oro y la de plata. Una y otra son las claves de los pequeños misterios y de los grandes misterios; ellas dan la entrada sobre los mundos temporal y espiritual. Pedro posee la llave de la salvación. Juan, después de Janus, lleva la llave de la liberación. Con este título él no puede ser más que el santo patrono de las logias masónicas, donde -al mismo tiempo que se trabaja para la fraternidad, el tiempo ideal- el iniciado tiende por un segundo nacimiento (la condición de maestro) a la realización integral, al retorno al Adán Kadmon primordial...


LA PIEDRA BRUTA Y LA PIEDRA TALLADA

La Francmasonería, al devenir especulativa en 1717, perdió su apoyo técnico de realización operativa y espiritual. Los materiales, los instrumentos del oficio, se convirtieron, ya en imágenes materiales fijadas sobre el tapiz de la logia en los primeros y segundos grados [31], ya en imágenes mentales. De todas maneras, lo que la mano probaba tocar, el espíritu que actúa sobre la mano, participa desde entonces únicamente del dominio de lo mental. Tenemos aquí, sin duda, la consecuencia de una época en que la máquina iba a reemplazar de más en más a la acción humana.

La piedra bruta queda como uno de los símbolos fundamentales de la Francmasonería. De manera general, los autores masónicos han transformado ese símbolo en una alegoría moral, muy a menudo utilitaria. Ellos asimilan el nuevo masón, el aprendiz, a una piedra bruta que le será necesario trabajar a él mismo y sobre sí mismo, mediante una tarea constante, puramente interior. Si nos colocamos sobre el plano metafísico, la piedra bruta (el aprendiz) es una individualidad (el yo) que deberá debastarse para llegar a la personalidad (el sí), es decir, para desembarazarse en fin de todas sus asperezas (la piedra tallada) e integrarse en el edificio global que forma la francmasoneria.

Si regresamos al plano operativo –y como hemos tenido ocasión de subrayarlo muchas veces aquí mismo—, las primeras construcciones se hacen de madera y el tránsito progresivo de ese primer modo de edificación al empleo de la piedra bruta, luego de la piedra tallada, no puede constituir, a los ojos de nuestros modernos contemporáneos, sino un progreso. Se trata también igualmente -puesto que se habla de construcciones, y por tanto de abrigo para los hombres- de una estabilización del modo de vida, o, si se quiere, de la concentración de los hombres espacial y temporalmente, es decir, del pasaje de la vida nómada a la vida sedentaria, lo que implica un cambio de tradiciones, "y además, cuando Israel pasa del primero de esos estados al segundo, la prohibición de elevar edificios de piedra tallada desapareció, porque ésta ya no tenía razón de ser; testimonio, la construcción del Templo de Salomón, que seguramente no fue una empresa profana a la cual se vincula, de modo simbólico por lo menos, el origen mismo de la masonería" [32].

La construcción en piedras brutas, luego en piedras talladas, puede dar al edificio más fuerza y más belleza, pero ella constituye al proyectarse sobre el plano tradicional una solidificación que refleja una especie de decadencia espiritual. No es menos cierto que la talla de la piedra bruta se realiza siempre según un rito, es decir, mediante una sacralización del trabajo que lleva a la glorificación no sólo de ese trabajo propio sino de Aquel que manda e inspira a los Obreros, todo lo cual se opera y se integra en un plan trazado por la divinidad. Se comprende que el trabajo efectuado sobre la piedra bruta para convertirla en piedra tallada no puede hacerse sino en una sociedad tradicional, lo que no es, por desgracia, el caso del mundo moderno contingente. Sólo en tal mundo se puede permitir la francmasonería ese trabajo de realización espiritual, pero únicamente sobre el plano mental, y esto porque la masonería, a pesar de su decadencia "especulativa", ha conservado la transmisión espiritual iniciática, y ritualiza mediante gestos y palabras el trabajo -antiguamente efectivo, y ahora sólo mental-. El Compagnonnage, con la Masonería, siguen siendo igualmente, en nuestros días, los únicos representantes eficaces de esos oficios antiguos que permitían al obrero iniciado realizar los trabajos sobre la piedra, sobre sí mismo y sobre el conjunto del cosmos.

La piedra constituye en sí un "potencial de fuerzas telúricas, y determina todo un ritual de arte sagrado. Para mostrar que el hombre se perfecciona, se le compara a una piedra que de estado bruto llega al estado tallado" [33]. Es así que, en el curso de las edades, se adjudicó una particular importancia no sólo a la talla de la piedra bruta, sino a la colocación de la piedra finalmente debastada, no como se dice por lo general, en la masonería francesa, por el martillo y el cincel, sino por una boucharde, "especie de martillo en punta del que se sirven, en efecto, los talladores de piedra" [34]. Hasta no hace mucho tiempo, por cierto, los masones de la región de Menton decían una plegaria cuando se colocaba la primera piedra; los de Namur la rociaban con una rama de arbusto previamente mojada en agua bendita [35]. No es menos curioso señalar que en el siglo XIX aún, los masones del Bocage normando golpeaban la primera piedra colocada con una cuchara y un martillo; los del Franco Condado la golpeaban tres veces [36]. La colocación de la primera piedra en el edificio se hacía siempre en el ángulo nordeste de la futura construcción acompañada de un ritual particular en cada región [37]. De igual modo, en la francmasonería especulativa, el recién iniciado es colocado –piedra fundamental simbólica del edificio futuro- en el ángulo nordeste de la Logia. La mayor parte de los autores tratan de mostrar que la talla de la piedra bruta, es decir, el trabajo individual realizado por el aprendiz, se vincula a la idea absolutamente profana de libertad, mientras que la noción iniciática de Liberación convendría mucho mejor en este dominio. Aparece aquí el recuerdo de las lecciones masónicas del siglo último y la afirmación bien conocida y tajante: "El masón libre en la logia libre", de Oswald Wirth, que refleja un estado de espíritu individualista y profano, en tanto que la talla de la piedra bruta se efectúa en verdad por el individuo asociado, integrado en la asamblea de la comunidad de iniciados, puesto que -es necesario no olvidarlo- el trabajo de realización espiritual masónica no podría ser más que obra colectiva.


LA PIEDRA ANGULAR

La tradición cristiana, de la que la Francmasonería es una de las formas (esotéricas) más esenciales, adjudica mucha importancia a la piedra angular y a su simbolismo. Lo esencial de esta tradición reposa en la frase siguiente: "La piedra rechazada por aquellos que construían se ha convertido en la piedra principal del ángulo" [38]. San Bernardo [39], hablando de la construcción del templo cristiano y de la sacralización [construcción y sacralización realmente efectuadas por los francmasones constructores de iglesias, depositarios del secreto técnico y el secreto iniciático exclamaba: "Es necesario que se cumplan en nosotros en forma espiritual los ritos de que materialmente han sido objeto esas murallas. Lo que los obispos han hecho en este edificio visible, es lo que Jesucristo, el pontífice de los bienes futuros, realiza cada día en nosotros de manera invisible... Nosotros entraremos en la morada que la mano del hombre no ha elevado, en la eterna morada de los cielos. Ella se construye con piedras vivientes, que son los ángeles y los hombres... Las piedras de este edificio están adheridas y unidas por cemento doble, el conocimiento perfecto y el amor perfecto" [40] [41]. El simbolismo de la piedra angular es uno de los más difíciles para estudiar porque, voluntariamente o no, los autores lo confunden con el de la piedra fundamental, a causa del célebre Evangelio según San Mateo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" [42]. Se sigue de esto, sobre el plano cristiano, una confusión bastante molesta entre Pedro y Cristo, que es la piedra angular y no la piedra de la fundación del edificio.

Jean Hani, en su interesante pero apresurado libro sobre Le Symbolisme du Temple Chrétien, ha caído en esta confusión como muchos otros autores. Escribe en efecto: "Todo el ciclo cristiano se desarrolla en tres actos. Primer acto: Cristo viene a la tierra a colocar la "primera piedra" [43] o piedra de fundación que, en resumen, es Él mismo. Segundo acto: el edificio será terminado por la colocación de la verdadera piedra angular o clave de bóveda. Entonces todo el edificio sufrirá la transmutación gloriosa: las piedras se tornarán preciosas y resplandecientes, penetradas por la irradiación del oro divino que es su sustancia interior, y la ciudad celeste aparecerá en todo su esplendor...". Jean Hani [44], en su lirismo un tanto "sentimental", simplemente ha olvidado el texto tan importante de San Pablo: "Sois un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo (sumo angulari lapide) en que todo edificio construido y ligado en todas sus partes se eleva como un templo consagrado al Señor, por quien vosotros habéis entrado en su estructura para ser la morada de Dios en el Espíritu" [45]. Se tendrá una excelente representación figurativa de lo que es realmente la "piedra angular" refiriéndose al manuscrito de Munich titulado "Speculum humanae Salvationis" [46], donde se puede advertir a "dos masones que sostienen una cuchara en una mano y en la otra levantan la piedra que ellos se aprestan a colocar en la cima de un edificio (aparentemente la torre de una iglesia que esta piedra debe completar). Hay que observar, a propósito de esta figura, que la piedra de que se trata, en tanto que clave de bóveda, o en toda otra función similar según la estructura del edificio que ella está destinada a "coronar", no puede, por su forma misma, ser colocada sino en lo alto (sin lo cual, por lo demás, es evidente que ella podría caer en el interior del edificio); así pues, ella representa de alguna manera la "piedra descendida del cielo", [47] expresión que se aplica exactamente al escrito, y que recuerda también la piedra del Grial (Lapsit exillis de Wolfram d'Eschenbach, que puede interpretarse como Lapis ex caelis)... esta misma ilustración muestra la piedra bajo el aspecto de un objeto en forma de diamante, lo que la aproxima aún a la piedra del Grial, puesto que ésta es igualmente descrita como tallada en facetas" [48] [49]. René Guénon ha observado con justicia que la "piedra angular", "tomada en su verdadero sentido de piedra "de la cima", es designada, a la vez, en inglés como keystone, como capstone (que se halla también escrita capestone) y como copestone (o copingstone)" [50]. Capstone deriva, en efecto, del latín capuz (cabeza), "lo que nos lleva a la designación de esta piedra como la "cabeza del ángulo"; es la piedra que "remata" o "corona" un edificio; es también un capitel, que es asimismo el "coronamiento" de una columna" [51]. Terminamos de hablar de "acabamiento", y las dos palabras cap y chef son, en verdad, etimológicamente idénticas; capstone es, pues, la cabeza (chef) de un edificio o de la "obra", y en razón de su forma especial que requiere para tallarla conocimientos o aptitudes particulares, ella es también, al mismo tiempo, un chef d'oeuvre (obra maestra) en el sentido que la expresión tenía para los compañeros; "es la pieza por la cual el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es llevado por fin a su perfección" [52]. A la luz de lo que acabamos de informar, nos parece oportuno colocar ante los ojos de nuestros lectores lo que escribió en 1723 Anderson: "Finalmente, vosotros deberéis observar todas estas obligaciones, y también aquellas que os serán comunicadas de otra manera; cultivar el amor fraternal, el fundamento y la clave de arco, la base y la gloria de esta antigua confraternidad..." [53], lo que denota en él un conocimiento más profundo del esoterismo masónico que el que a menudo se pretende atribuirle. La clave de bóveda, la piedra angular, se adorna, en Notre-Dame del Fuerte en Etampes (Seine-et- Oise), con la imagen de los Cuatro Coronados, lo que subraya aún los vínculos existentes entre los francmasones iniciados y la tradición cristiana [54]. A veces, la piedra angular no existe. Entonces, por encima del crucero se halla el occulum (el ojo de Dios), el orificio por donde la iglesia recibe la luz y cuya equivalencia se encuentra en la atalaya de los barcos, en la construcción de la cual se exigían ritos de consagración semejantes a los utilizados para la consagración de las iglesias.

En las logias masónicas, el occulum, clave de bóveda del templo a construir, está simbolizado por la plomada, instrumento de los hombres de oficio, que pende del techo y en medio del taller. Es decir, que la piedra angular es uno de los símbolos más interesantes tanto de la masonería operativa como de la masonería especulativa; aun sería necesario establecer la distinción primordial existente entre el "carré long" (cuadrado largo), representación de la logia, y la clave de bóveda o el occulum, circular, que simboliza la tierra y el cielo, lo que corresponde a dos estados iniciáticos diferentes: los de la Square Masonry (masonería del cuadrado) y la Arch Masonry (masonería de la bóveda) "que por sus relaciones respectivas con la tierra y el cielo o con las partes del edificio que las representan (la forma cuadrada, parte inferior del templo, y la bóveda o semiesfera) aparecen aquí en relación con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios" [55]. Ella prueba con evidencia que la masonería azul (o de los tres primeros grados) equivale a la iniciación basada sobre el oficio de constructor, mientras que la masonería llamada de los altos grados, prolongación obligatoria de aquella, desemboca en una iniciación de orden diferente y más profundo, pero que no podría realizarse sin la pertenencia a los tres primeros grados masónicos.

LA CADENA DE UNIÓN

Los francmasones llaman houppe dentelée a una cuerda de nudos que rodea el "Cuadro de aprendiz" y el "Cuadro de compañero". Esta "expresión parece impropia, afirma J. Boucher, pero ella está sin embargo consagrada por el uso. Se trata de una cuerda que forma nudos llamados lazos de amor y terminada por un nudo en cada extremidad" [56]. Esos nudos están entrelazados, y sin interrumpirse forman la cuerda anudada de nuestros templos; son la imagen de la unión fraternal que liga mediante una cadena indisoluble a todos los masones del globo, sin distinción de sectas ni de condición. Su entrelazamiento simboliza también el secreto que debe rodear nuestros misterios. Su extensión circular y sin interrupción indica que el Imperio de la masonería, o el reino de la virtud, comprende el universo en cada logia. La cuerda anudada recuerda las bandas amarillas, verdes, azules y blancas de los templos egipcios, y las bandas blancas, rojas y azules de las antiguas iglesias de Francia, sobre las cuales los señores representantes de la justicia aplicaban sus escudos, y que en esos monumentos sagrados, destinados a un culto solar, representaban el zodíaco" [57]. Se reconoce aquí toda la redundancia sentimental de J. M. Ragon, sin olvidar, como en la mayor parte de los masones de su tiempo, la proximidad abusiva a la simbólica egipcia, entonces por completo nueva para los occidentales, y se recordará con provecho que Ragon fue uno de los más altos dignatarios de la Orden de Misraim antes de separarse de ella con estrépito [58]. También es sentimental la interpretación de Plantagenet: "La cuerda anudada simboliza la fraternidad que une a todos los masones, y en este sentido es una reproducción permanente y material de la cadena de Unión" [59]. Más precisa, pero sin gran valor iniciático, es la opinión de Wirth: "Un lambrequín orleado forma un friso y lleva una cuerda terminada por cuerdas que se unen cerca de las columnas J. y B. Este ornamento ha sido impropiamente llamado cuerda anudada. La cuerda se anuda en intervalos designados lazos de amor, y representa así la Cadena de Unión que vincula a todos los masones. Los nudos pueden ser hasta doce para corresponder a los signos del Zodíaco" [60]. Más simplista aún, E. F. Bazot define la cuerda anudada como "un cordón que ostenta un nudo en cada uno de sus extremos. Vínculo de fraternidad que une a todos los masones" [61], sosteniendo que la Cadena de Unión "no se forma ordinariamente sino en dos casos, cuando la comunicación de las palabras semestrales [62] y en ocasión de los banquetes. Es el momento de reunirse en círculo tomados de la mano" [63].

Por otra parte, los compañeros proceden igualmente en la ceremonia llamada por ellos cadena de alianza. R. Vergez, llamado el bearnés, el amigo de la Tour de France, nos informa en un artículo reciente que en 1861, a raíz de un accidente mortal acontecido en Notre Dame de Paris, "...más de quinientos compañeros fueron a formar la cadena de la alianza alrededor de la catedral, y el canónigo de Notre Dame de París dijo para ellos la misa de difuntos" [64]. Esta observación muy interesante parece confirmar la opinión de quienes consideran la cadena de unión como una representación del "cordón del cual los masones operativos se servían para trazar y delimitar el contorno de un edificio" [65], y René Guénon, al mostrar que la logia masónica es una representación simbólica del cosmos, ha tenido cuidado de indicar que todo emplazamiento de un edificio tradicional debía estar encuadrado y que "el rastro "materializado" por el cordón representaba propiamente hablando una proyección terrestre" [66]. Así, la cadena de unión sería la proyección celeste del cordón terrestre, que formaría sobre el muro de la logia un encuadramiento situado sobre un plano que, con toda evidencia, no pertenecería a las tres dimensiones conocidas. La cadena de unión, cordón proyectado al infinito, está materializada sobre el muro de la logia por la imagen de una cuerda que se cruza y vuelve a cruzarse en doce nudos (por lo menos teóricamente si se juzga por las representaciones en cierto modo fantasiosas del tapiz de la logia) llamados Lazos de amor. René Guénon se pregunta si ese nombre bastante curioso no es el fruto de la civilización del siglo dieciocho, subrayando que hay quizá en esta denominación poética "un vestigio de algo que se remonta mucho más lejos, y que podría aun vincularse casi directamente con el simbolismo de los Fieles de Amor" [67].

Sin ir tan lejos, recordaremos que en los siglos XII y XIII las cartas amistosas o amorosas llevan los sellos particulares de los autores, y que tales sellos -a menudo muy numerosos- son agregados al documento por ornamentos de seda verde llamados "lazos de amor". Si se quiere por cierto admitir el simbolismo del color verde y su noción de esperanza, se puede quizá ver en los lazos de amor de la cadena de unión la esperanza alentada por los masones de comprobar en el curso del tiempo la llegada de futuros hermanos iniciados que ocuparían su lugar en esta cadena universal; el lugar de tales recién llegados estará obligatoriamente entre las columnas del templo, hacia el oeste, allá donde penden justo en el infinito las dos cuerdas anudadas. Pero R. Guénon subraya con razón que la cadena de unión, al formar un cuadro en el templo masónico, imagen del cosmos, tiene "por función principal la de mantener en su lugar los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo de formar un todo ordenado, lo que por lo demás es, como se sabe, la significación etimológica misma de la palabra cosmos" [68].

Habría lugar para terminar con este tema diciendo algunas palabras sobre los laberintos que adornan aún cierto número de iglesias o de catedrales. Esos rastros de piedras de colores diferentes de los del pavimento y que se pueden ver aún en Chartres "ofrecen evidentemente una similitud extraña con la cadena de unión masónica" [69]. R. Guénon se engaña, sin embargo, cuando escribe que los laberintos medievales "son igualmente considerados como constituyendo una "firma colectiva" de las corporaciones de constructores" [70], porque se conoce la mayor parte de los nombres de aquellos que edificaron o hicieron edificar esos laberintos, y a veces -como en Chartres- la efigie del maestro de obra se halla colocada en el centro del trazado.

El problema tan interesante de los laberintos ha suscitado estudios muy numerosos [71], por desgracia muy a menudo escritos de manera por completo profana. Para nosotros, el trazado del laberinto sobre el suelo del edificio consagrado, en ocasiones llamado "camino de Jerusalén" y cuyo recorrido (se hacía de rodillas), reemplazaba el peregrinaje a Tierra Santa (Guénon ha observado que en Saint Omer "'el centro [del laberinto] contenía una representación del templo de Jerusalén") [72] y se proyectaba sobre el muro de la iglesia (a veces, corno lo hemos dicho en nuestras notas, en el exterior de éste) y en consecuencia sobre el muro de la logia. La cadena de unión sería entonces la proyección de la obra colectiva de los masones, el encuadramiento tradicional de la logia y también el símbolo de la edificación futura del templo de Salomón.

Se ve, pues, que en ese símbolo, como en muchos otros, no hay necesidad de hallar una explicación moral o sentimental, ya que el simbolismo no tiene en verdad nada que ver con esta clase de cosas, puesto que él se basta a sí mismo por su naturaleza trascendente, pero también inmanente para todos aquellos que poseen alguna noción tradicional que no esté velada por ninguna especulación humana "inventada" a partir del siglo XVIII [73].


NOTAS: 
[1] Abate Auber, Histoire et théorie du Symbolisme avant et après le Christianisme, París y Poitiers, 1870, t. I.
[2] La Maçonnerie disséqué, por S. Prichard (1730), trad. del inglés y publicado por la logia de la Perfecta inteligencia y la Estrella reunidas, Lieja, 1930.
[3] L'Ordre des Francs-Maçons trahi et leur secret révelé, 1ª ed., 1742 (libro atribuido al abate Perau). La referencia de P. Naudon ("Les loges de Saint Jean et la philosophie ésotérique de la connaissance", París, Dervy, 1957) es extraída de una edición muy posterior.
[4] E. F. Bazot, Manuel du Franc-Maçon, París, 1812.
[5] P. Naudon, ob. cit., "esta leyenda es quizá emocionante. Su valor histórico es nulo y esotéricamente no vale más".
[6] P. Naudon, ob. cit.
[7] Rohrbacher, Histoire universelle de l'Eglise catholique, libro 48, año 615. Es además a lo que hace alusión Bazot cuando habla de los masones cuyos templos "había erigido" San Juan de Jerusalén.
[8] R. Guénon, "Quelques aspects du symbolisme de Janus", en "Voile d'Isis", julio de 1929, reimpreso en Symboles de la science sacrée, París, 1962.
[9] Cf. San Isidoro Hispal, Etymologiarum, libro VII, cap VI, citado por Migne, Patrologie, t. III.
[10] René Guénon, "A propos des deux Saint Jean", en "Études Traditionnelles", junio de 1949, y en Symboles de la Science Sacrée. Guénon observa no sin fineza que las figuras populares de "Juan que llora" y "Juan que ríe" equivalen (al mismo tiempo que las dos figuras de Janus), la primera "a quien implora la misericordia de Dios, es decir, Juan Bautista", y la segunda a "la de quien le dirige elogios, es decir, Juan Evangelista".
[11] En el rito escocés el delantal de los maestros está bordado de rojo, color del martirio de San Juan (?) o de Hiram (?) o de otro personaje (?). Podría realizarse sobre esto un estudio muy sugestivo sobre el cual quizá volveremos un día cercano.
[12] Abate Auber, Histoire et théorie du svmbolisme religieux avant et aprés le christianisme, París y Poitiers, 1870.
[13] 14º grado del escocismo: Gran escocés de la bóveda sagrada de Jacques II, "hacia el oeste un gran vaso o recipiente de bronce, lleno de agua" (J. M. Ragon, Tuileur général ou Manuel de l'lnitié). Se halla en la Leyenda Dorada (degüello de San Juan Bautista) una historia bien curiosa relativa a la cabeza del santo y a una gruta que podría tener cierta relación con los grados de "venganza salomónica", cuyo origen significaría algo mucho más profundo que la interpretación habitual de los rituales practicados desde el siglo XVIII.
[14] R. P. Cahier, Monographie des vitraux de Bourges, VII.
[15] Cf. Apocalipsis, cap. V.
[16] Abate Auber, ob. cit., t. II.
[17] Idem, ob. cit., t. III.
[18] Apocalipsis, cap. XI.
[19] Dante, Paraíso, 28, 58.
[20] Ovidio, Fastos, I, vers. 99 y ss.
[21] Ovidio, Fastos, I, vers. 102 y ss.
[22] Marcial, Epigramas, 1.
[23] Cf. G. Lanoé-Villenes, Le Livre des Symboles, París, 1930.
[24] J Hani, Le symbolisme du temple chrétien, París, La Colombe, 1962.
[25] R. Guénon, "Le Symbolisme solsticial de Janus", en Symboles fondamentaux.
[26] Creuzer, Symbolisme religieux de l'Italie, t. III.
[27] Se puede ver una buena reproducción de esta estatua en Fulcanelli, Les demeures philosophales, París, 1960, t. II.
[28] Fulcanelli, ob. cit.
[29] En la época de los reyes, la llave era el atributo de los chambelanes. Muchas llaves figuran en la heráldica, y por ejemplo en el blasón de los condes de Clermont-Tonerre, de los cuales uno fue el sucesor del duque de Antin en la gran maestría de la orden masónica del siglo XVIII.
[30] Breviario romano, oficio del 20 de diciembre.
[31] Cf. cap 1, nota 57.
[32] R. Guénon, "Pierre bruta et pierre taillé", en "Études Trad.", sept. de 1949.
[33] J. P. Bayard, Le Monde Souterrain, París, Flammarion, 1961.
[34] Cf. Plantagenet, Causeries en chambre de Compagnons, y J. Boucher, La Symbolique maçonnique.
[35] P. Sébillot, Le FolkIore de France, t. IV, París, Guilmoto, 1907. 
[36] P. Sébillot, Légendes et Curiosités des Métiers, París, Flammarion, s/f. Ver también: "Folk-Iore, littérature orate et ethnographique traditionelle", Paris, 1913.
[37] Cf. P. Sébillot, Id. Es interesante observar "que las hachas de piedra pulida son colocadas bajo los cimientos en diversas regiones de Francia" (ob. cit.), sobre todo si se sabe que en masonería la piedra cúbica en punta que representa al compañero es a menudo compuesta de un hacha, ésta, por lo demás, instrumento propio de la masonería forestal, que simboliza el fuego purificador que es uno de los atributos de San Juan, bajo cuyo patronato se colocan las logias masónicas (cf. J. Boucher, ob. cit.). Sobre la piedra cúbica, ver R. Guénon, "Pierre noire et pierre cubique", en "Études Trad.", diciembre de 1947. R. Guénon advierte con mucha fineza que "la piedra cúbica es esencialmente una piedra fundamental; ella es, pues, terrestre, como lo indica, además, su forma y, asimismo, la idea de estabilidad expresada por esta forma se adecua a la función de Cibeles en tanto que Tierra-Madre, es decir, como representante del principio sustancial de la manifestación universal. Por esta causa, desde el punto de vista simbólico, la relación de Cibeles con el "cubo" no debe rechazarse enteramente, en tanto que convergencia fonética; pero, por cierto, no es una razón para querer extraer de ella una etimología ni para identificar con la piedra cúbica una piedra negra que era cónica en realidad. Hay sólo un caso particular en el cual existe cierta relación entre la piedra negra y la piedra cúbica; aquel en que esta última es, no una de las piedras fundamentales colocadas en los cuatro ángulos de un edificio, sino la piedra sheliyah que ocupa el centro de la base de éste, correspondiente al punto de caída de la piedra negra, como sobre el mismo eje vertical; pero en su extremidad opuesta, la piedra angular o piedra del sueño, que, por el contrario, no es una forma cúbica, corresponde a la situación "celeste" inicial y final de esta misma piedra negra (ob. cit.).
[38] Salmos, CXVIII, 22; San Mateo, XXI, 42; San Marcos, XII, 10; San Lucas, XX, 17.
[39] Sobre San Bernardo y el gran papel representado por ese santo en la iglesia de Pedro y sobre todo en la iglesia de Juan, ver R. Guénon, "Saint Bernard", París, 1929, 1951 y 1959.
[40] La definición de San Bernardo se aplica perfectamente también a la obra de la francmasonería que dirige los trabajos de sus miembros en función de su realización espiritual por la mediación de símbolos tomados al oficio de constructor y que tiende a darles por los conocimientos esotéricos el amor que es al mismo tiempo fraternidad y conocimiento. No se debe olvidar que ciertos talleres superiores de la masonería escocesa se llaman talleres de perfección, lo que no tiene el sentido puramente moral que quieren darle ciertos masones. No se trata, en esos talleres, de estudiar la filosofía moderna - que no puede ser sino profana y por tanto destituida de todo interés iniciático-, sino de meditar sobre la sofía tradicional.
[41] Citado por J. Hani, Le Symbolisme du temple chrétien, Paris, 1962.
[42] San Mateo, XVI, 18.
[43] Subrayado en el texto.
[44] J. Hani, ob. cit.
[45] Epístola a los Efesios, II, 20-22.
[46] Clm. 146, folio 35 (Lutz et Perdrizet, t. II). Erwin Panofski ha reproducido ese dibujo en "Art. Bulletin", t. XVII. También en Symboles de la Science Sacrée, París, 1962.
[47] Nos parece muy sugestivo aproximar ese texto de la decoración de la logia real de perfección del 13º grado escocés (Royal Arche, cuyo nombre mismo es muy significativo). Cf. Memento des Grades de Pefection, París, 1927, y el ritual del Mark-Mason (maestro). El perfecto maestro se dirige al postulante y le declara: "¿Por qué, hermano, habéis tenido la intención de engañarnos? ¿o más bien seríais un obrero que, sin reflexión, vendría a presentarnos una de las creaciones más informes de la naturaleza en lugar de una obra acabada... una obra maestra, en una palabra? Este taller no puede estar sino indignado por vuestra conducta culpable y no debe pensar con razón que habéis pretendido atraer su atención sobre un objeto cualquiera a fin de ocultarle vuestro poco celo y ciencia: si experimentáis aquí la recepción que tanta insolencia merece, seréis al instante expulsado del templo y declarado indigno de poseer jamás el sublime grado de Mark-Mason. Esta piedra informe que llamáis una obra maestra es una producción imperfecta y vasta de las manos de la naturaleza, semejante al hombre que no ha sido aún modelado por el trabajo y la educación -que es desdeñado- hasta que sus facultades se desarrollen. Esta piedra, que no ha recibido ningún mejoramiento que el cincel del artista puede darle y de donde puede nacer quizá una obra maestra, producida por su trabajo y su talento, debe ser arrojada a un lado. Entonces el perfecto maestro agrega estas palabras: "Eve over..., y lanza esta piedra detrás de si..." (citado por P. Mariel, Rituels des sociétés secrets, París, 1961). Por otra parte, las letras I.V.I.O.L. bordadas sobre el cordón del gran tesorero del grado 13º escocés (cf. Ragon, ob. cit.) están en estrecha relación con la clave de bóveda que representa a Cristo y al león, símbolo igualmente del Salvador (cf. Abate Auber, ob, cit., t. III).
[48] Se advierte que la idea del Grial y de su simbolismo está en todas partes presente en los altos grados del escocismo y aun en los talleres de perfección. A las facetas de la clave de bóveda se adhiere la designación de piedra de arista que significa el mismo objeto, y sobre la cual existen leyendas bastante curiosas, tales como la de la iglesia de Châtel-Montagne en Bourbonnais, que fue, se dice, construida por seres fantásticos (fées). En 1793, los montañeses locales abatieron la mayor parte del campanario de esta iglesia; pero cuando uno de ellos quiso arrancar la piedra de arista, de muy pequeña dimensión, ella resistió como si hubiera estado sellada (P. Pérot, Légendes du Bourbonnais, Moulins, 1890).
[49] R. Guénon, Symboles de la Science Sacrée. Cf. canónigo Macé, La Cathédrale de Saint Jean à Lyon, Lyon, 1953.
[50] R. Guénon, ob. cit.
[51] "...Hay que observar también a este respecto que el juramento del grado de Royal Arch contiene una alusión a la "corona del cráneo" que sugiere una relación entre la operación de éste (como en los ritos de trepanación póstuma) y el retiro de la clave de bóveda; por lo demás, de manera general, las sedicentes "penalidades" expresadas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, así como los signos que le corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano" (R. Guénon, Symboles de la Science Sacrée). No se puede menos que sonreír cuando se observa a un polígrafo actual escribir fríamente: "La Gran Logia de Inglaterra se atreve a interpretar las Sagradas Escrituras. Su grado de Royal Arch, en particular, es a este respecto intolerable" (Alec Mellor, Nos freres séparés: les Francmaçons, París, 1961), lo que prueba que el autor de Tríos affaires de chantage tiene sólo un conocimiento muy superficial tanto de la Masonería como de los textos bíblicos.
[52] R. Guénon, ob. cit.
[53] Trad. por M. Paillard.
[54] Cf. P. Sébillot, Le Folk-lore, Littérature orale et Ethnographie traditionnelle, París, 1913.
[55] R. Guénon, ob. cit.
[56] J. Boucher, La Symbolique Maçonnique, París, Dervy, 1953.
[57] J. M. Ragon, Rituel du grade de Compagnon, cit. por J. Boucher.
[58] Cf. Ragon, Tuileur général.
[59] Citado por J. Boucher.
[60] O. Wirth, Le Livre de l'Apprenti. J. Boucber, a propósito de este texto, observa justamente que "Wirth dice aquí que el número de nudos puede ser de doce, en tanto que en la página siguiente el dibujo que da sólo hace figurar tres".
[61] E. F. Bazot, Manuel de Franc-Maçon, París, 1812.
[62] Las palabras de semestre en la francmasonería son dadas cada seis meses. Han sido instituidas el 28 de octubre de 1773 por el duque de Orléans, entonces gran maestro del Gran Oriente de Francia. Las palabras de semestre no son nunca escritas, y se comunican verbalmente. "Sólo el venerable tiene autoridad para transmitirlas a aquellos que no estuvieron presentes cuando se produjo la comunicación en la logia" (J. Boucher, ob. cit.).
[63] E. F. Bazot, ob. cit.
[64] R. Vergez, "Le coq de Notre-Dame", en "Atlantis", nº 209, noviembre-diciembre de 1961.
[65] R. Guénon, "La Chaine d'Union", en "Études Trad.", sept. de 1947.
[66] René Guénon, Id. En el mismo artículo, R. Guénon indica que el símbolo de la cadena de unión "lleva otra denominación, la de "cuerda anudada", que parece más bien designar el contorno de un baldaquín; sin embargo, se sabe que el baldaquín es un símbolo del cielo (por ejemplo, el baldaquín del carro en la tradición extremo oriental); mas, como lo veremos, no hay aquí ninguna contradicción". Parece, en efecto, que Guénon comete una confusión, pues la cuerda anudada es sólo la terminación de la cadena de unión. Dos cuerdas anudadas terminan a cada costado de las columnas J. y B., hacia Occidente, la cadena de unión que extiende sus entrelazamientos sobre el muro de la logia.
[67] R. Guénon, art. cit.
[68] R. Guénon agrega: "Se puede decir que nuestro mundo está ordenado por el conjunto de determinaciones temporales y espaciales que se hallan ligadas al zodíaco, por una parte, mediante la relación directa de éste con el ciclo anual, por la otra, por su correspondencia con las direcciones del espacio (este último punto de vista, se entiende, se halla en estrecha relación también con el problema de la orientación tradicional de los edificios)". A este respecto señalaremos que una cadena de unión de piedra y en relieve existe en el exterior de un gran número de iglesias, particularmente de estilo románico, por ejemplo, en San Nicolás de Caen, en Nouzerines (Creuse), Crévoux y Embrun (Altos Alpes). El hecho de que un zodíaco adorne la fachada oeste de las iglesias no hace sino confirmar la unión existente entre el cuadro de esas iglesias construidas por los masones operativos y el de la logia de los masones especulativos, probando hasta qué punto la francmasonería surgida de los primeros ha sabido guardar las representaciones tradicionales más antiguas.
[69] R. Guénon, "Encuadramientos y laberintos", en "Études Trad.", octubre-noviembre de 1947.
[70] R. Guénon, art. cit.
[71] Sobre los laberintos ver: E. Amé, "Les carreIages émaillés", Paris, 1859; Ch. Auber, "Compte rendu de l'Academie des Inscriptions et Belles-Lettres", 30 de abril de 1943; J. P. Bayard, Le Monde Souterrain, París, 1961, y del mismo "Le labyrinthe", en "L'Age nouveau", nº 104, nov.-dic. de 1958; M. Berthelot, "Labyrinthe", en La Grande Enciclopédie, t. XXI; D. de Boisthibault, "Notice sur le Labyrinthe de Chartres", en Revue archéologique; M. Brion, "Le theme de l'entrelacs et du labyrinthe dans l'oeuvre de Léonard de Vinci", en Revue d'Esthetique, V, enero-marzo de 1952, y del mismo, "Les noeuds de L. de Vinci et leur signification", en "Études d'Art", nº 8, 9 y 10; M. Brion, Léonard de Vinci, A. Michel, 1952; L. Demaison, La Cathédrale de Reims, París, 1910; L. Deschamps de Pas, "Essai sur le pavage des églises", Annales Archéologiques, t. XII; Mircea Eliade, Images et symboles, París, 1952, y Traité d'Histoire des Religions, París, Payot, 1953; Fulcanelli, Le Mystère des Cathédrales, París, 1957; J. Gailhabaud, Ouvrages d'Architecture et des Arts; R. Guénon, Le symbolisme de la Croix, Vega, 1950; "La caverne et le labyrinthe", en Symboles de la science Sacrée; "Encadrements et Labyrinthes", en Symboles de la Science Sacrée; E. Lambert, "Le labyrinthe de la cathédral de Reims", en "Gazette des Beaux-Arts", mayo-junio de 1958; R. de Lasteyrie, "L'Architecture religieuse en France a l'époque gotique", París, 1927, t. II; H. Leclercq, Dictionnaire de Archéologie chrétien et de Liturgie; E. Male, L'Art religieuse en France, 1928-1932; M. O V. de Milosz, Les Arcanes, París, 1948; E. Soyer, "Les Labyrinthes d'Eglises", Amiens, 1896; V. le Duc, Dictionnaire raisoné de l'architecture française, t. VI; "Voile d'Isis", número especial sobre el Compagnonnage, noviembre de 1925, nº 171. La mayor parte de los laberintos conocidos, tal como el de Saint Ouen (2.041 cuadrados), Chartres (608 pies), denominado "la travesía", pues se empleaba una hora en recorrerlo de rodillas, el del Sena (30 pies de diámetro), el de Bayeux (4 metros de diámetro), son de gran talla, salvo los de la abadía de Toussaint en la isla de Chalons-sur-Marne (0,25 de lado) y el de Grandville (14 m. de desarrollo, esto es, 28 metros de recorrido ida y vuelta). Ver Tournet de Vigier, "Decouverte d'un labyrinthe a Genainville", en Mémoires de la société historique et archéologique de l'arrondissement de Pontoise et du Vexin, t. LVI, Pontoise, 1957.
[72] R. Guénon, "Encadrements et Labyrinthes", en Symboles de la Science Sacrée.
[73] Existe una relación evidente entre el desarrollo del trazado de los laberintos sobre el pavimento de las iglesias y la marcha del sol. El laberinto participa del simbolismo solar. Se observa entonces que si el laberinto es -como lo pensamos- otra forma de la cadena de unión, decorado obligado de las logias, éstas están situadas en estrecha correlación con la marcha aparente del sol, lo que implica un sentido obligatorio de la marcha de los francmasones en sus logias (ver a este respecto R. Guénon, La Grande Triade).


domingo, 3 de agosto de 2014

Lanzamiento de la Tercera Edición (revisada) del Lapis Reprobatus Secretum Custoditum

Traemos aquí, regocijándonos con ello, la noticia del lanzamiento de la tercera edición del Ritual de matriz escocesa "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum".

Transcribimos a continuación simplemente las palabras de la editorial responsable de esta cuidada e inestimable edición:


Después de agotada la 2ª edición del Ritual "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum", dirigida exclusivamente a M.·. M.·., y ante la notable difusión internacional alcanzada, Editorial Librería Pardes vuelve a realizar una ampliación de tirada hasta los 515 ejemplares.

Por decisión de los redactores, la presente será la última edición que se realice del libro, y en ella destacan dos características:

El interior del libro es a color, con el texto ritual en negro y las explicaciones en rojo para facilitar la lectura y un correcto seguimiento de la ejecución ritual.

1. Se ha incluido, junto a los Cuadros de Logia, la Planta del Templo de cada grado con sus ornamentos correspondientes.

2. Otra novedad con respecto a la 2ª edición es que el Catecismo para los Tres Grados se encuentra incorporado al libro, en lugar de ir adjunto como inserto.

Tal como indicábamos para la 2ª edición, los redactores han desarrollado una imponente labor de investigación sobre decenas de antiguos documentos (Rituales, Catecismos, Antiguos Deberes) de los siglos XVII y XVIII, que remontan pues a una época precedente a la redacción del conocido Ritual "Guía de los Masones Escoceses". Este texto, redactado presumiblemente alrededor de 1810 después de la creación del Supremo Consejo de Francia en el 1804 e impreso en 1820 (fue el primer Ritual impreso para los Tres Grados Simbólicos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en Francia), había fijado los diferentes Rituales Escoceses en uso en la segunda mitad del siglo XVIII en Francia y tomó como soporte el enderezamiento operado por los "Ancients" en Inglaterra.

La "Guía de los Masones Escoceses" permanece pues como la referencia más importante entre los rituales escoceses, pero los redactores del Lapis Reprobatus, gracias al trabajo de investigación y a una profunda comparación simbólica realizada sobre los antiguos textos operativos, han podido reencontrar numerosos elementos "perdidos" en los rituales escoceses de los siglos XIX y XX y, al mismo tiempo, pulir y limpiar el léxico de varias incrustaciones, con el fin de hacer reaparecer el significado original del lenguaje del Arte masónico.

Cierta competencia masónica permitirá reconocer fácilmente el carácter genuino de los elementos "reencontrados" y la pureza del lenguaje del Arte. El resultado, tras un atento examen, es sorprendente por la coherencia, profundidad y operatividad del simbolismo desvelado, y por la simplicidad de su ejecución.

El Ritual es completo en los Tres Grados Simbólicos y su puesta en acción se ve facilitada por la composición editorial, donde lo "hablado" (texto en negro) se ve acompañado de lo "actuado" (texto en rojo), distinguiéndose ambos textos mediante una tipografía diferente.

Recordar también que la tirada es numerada (515 ejemplares), con tapa dura en imitación piel, encuadernación cosida y estampación en oro; el texto trilingüe Italiano-Francés-Español en frontal y a color permite una fácil lectura simultánea en cualquiera de las citadas lenguas.



Finalmente señalar que la inclusión de color en el texto ha hecho necesariamente inevitable un incremento en el precio final del libro.


Para adquirir la obra pinchar aquí.

viernes, 1 de agosto de 2014

En la Tercera Misa de Navidad; por Juan Sánchez Tudela

Catedral de León
En la tercera misa de Navidad, mientras sube el sol sobre el horizonte iluminando toda la tierra, Jesús, verdadero Sol de Justicia que se da a conocer al mundo, Dios hecho Hombre, se lee: “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él; y nada de lo que fue hecho se hizo sin Él. En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. […]”

Una de las glorias de la catedral de Occidente es la vidriera, que es una abertura al cielo, la transparencia del vidrio al que atraviesa la luz como imagen real de la pureza de María; el rosetón por su lado es un símbolo centelleante del universo metafísico, de las reverberaciones cósmicas del Sí divino. La magia de los colores en el interior junto a los prismas de roca de sus agujas en el exterior nos revelan el secreto de todos los encantos y encantamientos de la catedral gótica; sus vidrios y sus piedras tienen un alma gracias a la alquimia de la luz. La arquitectura participa del movimiento cósmico, a través del Fiat Lux de la Creación, reproducido en el poema de su geometría al evocar esta danza de las bodas entre el Cielo y la Tierra, lo divino y lo humano: la danza de las columnas vestidas de luz, la de las cúpulas que giran como esferas celestes en las fuentes de la aurora, la de las bóvedas de la gran nave que surca las aguas en el océano del Cielo… siguiendo los ritmos fundamentales del Universo.

Aquí encontramos resumido en esta belleza los más hermosos descubrimientos de la ciencia medieval. La sabiduría física y la ciencia recogida a través de la Escuela de Traductores de Toledo procedente de la antigua Grecia, y de las lejanas Persia, India y China, a través de aquella, y transmitida y acrecentada por los sabios de Arabia, hebreos y musulmanes, en la que el rey Alfonso X se inspirará para escribir su lapidario, o el franciscano Roger Bacon para elaborar el método experimental mediante el estudio en lengua árabe de los tratados sobre la reflexión de la luz y las lentes de Alhacén, o el estudio sobre el arco iris y la aurora de su maestro Pedro de Maricourt, y que le sirve internamente como paso a la contemplación y externamente como modo de conocimiento de la realidad natural.

Toda esta ciencia estalla en la belleza de las calculadas irisaciones de la luz penetrando a través de las vidrieras, incidiendo sobre los encajes geométricos de la traza, y derramándose hasta nosotros al tiempo de elevar ardorosamente nuestra alma en sus más osados vértigos y acordes flamígeros. El artista –en realidad el artesano anónimo— que esculpía así la luz, no era solamente un físico o un virtuoso, era ante todo un sabio que oraba con su labor, y al que la Escrituras le recordaban que Dios es la Luz del Mundo.

Toda cosa se hace real por su participación en la luz que la rescata de las tinieblas. Al igual que en la Encarnación del Verbo donde se corporeiza el Espíritu y se espiritualiza el Cuerpo, el arte tradicional disuelve el cuerpo sólido del templo en luz vibrante, fijando al tiempo la luz en precioso cristal inmóvil, reflejo alquímico de la precisa y ágil filigrana de la piedra.

‘Ego sum Lux Mundi’: para el hombre tradicional Dios es fuente de toda luz. Jamás estuvieron tan estrechamente unidos la ciencia, el arte y la Fe; porque aquí el arte no copia de lo visible, vuelve visible lo invisible, tiene por misión hacer sensible en cada cosa la Presencia y la actividad creadora de Dios, de la que cada realidad y cada acontecimiento no son más que un signo.


Gran cantidad de teorías han presentado el Universo como una perpetua lucha entre luz y obscuridad. Al margen de las implicaciones metafísicas de estas teorías, es imposible concebir un mundo privado de luz; porque la luz da su razón de ser a las principales cuestiones de la física; sin luz apenas nada es posible.

Las últimas concepciones físicas explican la inseparable relación entre materia, espacio, tiempo, velocidad y luz. Los límites de la materia parecen ser los límites de la luz. Hoy, cuando todo el mundo depende de esa luz domesticada que nos proporcionó Edison, apenas nadie conoce la biografía de un hombre que hizo de la luz su principal campo de investigación; se trata del obispo de Lincoln, uno de los fundadores de la Escuela de Oxford y pionero en el estudio de la teoría de la luz, el inglés Roberto Grosseteste (1175-1253).

Roberto Grosseteste aunó en sus esfuerzos en la investigación de la naturaleza de la luz la teología y la ciencia, tanto matemática como experimental, con la belleza propia de un artesano del espíritu, pareja sin duda al artesano manual que levantaba esa obra fruto de la luz, espiritual y física: la catedral gótica. Recogió en sus estudios los tratados de Aristóteles y el Pseudodionisio, considerado discípulo de san Pablo quien dice “Todo lo manifestado es luz” (Ef. 5,13), en donde reunió en armonía tanto la teoría de la iluminación del neoplatonismo, y el comentario de san Agustín al fiat lux del Génesis, como el empirismo y el racionalismo aristotélicos. Impuso a la explicación de los fenómenos de la naturaleza los primeros modelos matemáticos, influyendo en el empirismo de su discípulo Roger Bacon, y aprovecho los estudios de san Isidoro, Avicebrón y Avicena, llegando a una teoría de la luz que entendía a ésta por un lado como realidad substancial, y por tanto como cuerpo, y por otro como una simple cualidad accidental que, susceptible de dar forma al medio transparente, no podía sustituir su propia corporeidad: la luz es tanto substancia corporal muy sutil cuanto cualidad accidental que emana de la luz substancial. ¿No cabría aquí evocar la alternativa corpúsculo-onda de la moderna teoría física de la luz?

Sin duda alguna hay que relacionar a Grosseteste en su estudio y ambición por dar un sentido matemático a la vez que espiritual a su cosmología, con la revolución arquitectónica del s. XIII que captaba la luz por la vidriera, abriendo los muros del templo e intuyendo la teofanía del cosmos tanto como deseaba y anheló el abad Suger. La luz como principio físico y espiritual.

Metafísica, cosmología, física, geometría, arquitectura, traza y alquimia: en el pensamiento de Grosseteste confluyen influencias platónicas y neoplatónicas junto con el conocimiento de los comentaristas árabes a una extensa parte de la obra de Aristóteles, pese a todo, es dudoso que sólo esta mera erudición engendrara directamente su concepción metafísica de lo luminoso. Según ésta la única realidad creada después de la creación de la materia sin forma fue la luz, considerada como fuente de todas las cosas así como de sus formas; siendo pues la luz la forma más sutil de todas, algo casi incorpóreo, dentro del orden de lo creado, se engendra perpetuamente a sí misma, propagándose instantáneamente en forma esférica. La luz es principio unificante y a la vez principio de actividad. La actividad se produce por medio de la formación del ámbito espacial que solo la luz es capaz de engendrar, siendo como es, en último término, una esfera luminosa que extiende su materia en todas direcciones. El último límite de la extensión es el firmamento o “cuerpo primero perfecto en la extremidad de la esfera”. De este modo la luz se convierte en la “primera forma corpórea”. Ahora bien, este modo de producción del universo requiere ser entendido por medio de la geometría; la philosophia naturalis será a la vez una philosophia mathematica. Pues siendo, en verdad, un “campo” que llena y sostiene todo lo real, las propiedades de la luz y del espacio podrán ser medidas mediante líneas y figuras.

Sin embargo esta luz no es sólo algo que tiene propiedades geométricas; en el orden del conocimiento la luz es considerada como una claridad espiritual que permite el acceso a lo inteligible. Y en el orden de lo divino se puede decir inclusive, como en I Juan I,1 que “Dios es luz”, luz que ilumina al entendimiento y que constituye la fuente de la verdad.

Arte tradicional… Ciencia tradicional.

Hoy sólo existe la ciencia a secas, se dispone más o menos de ella, se depende más o menos de ella.

Por supuesto la ciencia tradicional medieval ha contribuido a la creación de la ciencia moderna experimental desde finales de la Edad Media, a través del Renacimiento, y finalmente en la Revoluciones Científicas. Pero hay profundas diferencias entre la ciencia tradicional y la moderna:

Catedral de León
Tanto el modo de ver el objeto del conocimiento, como el modo de considerar el origen del mundo y los hechos estudiados por la ciencia, además del estatus que la misma ciencia ocupa en la sociedad, estas son las diferencias entre la ciencia tradicional y la moderna.

La ciencia moderna, considera al mundo material como un orden de cosas independiente, desligado y deslindado –sin límites- de cualquier otro nivel superior del ser y que es estudiado completamente por separado. La ciencia tradicional por el contrario mantiene siempre presente la dimensión superior dentro de la cual el universo material se une en sentido profundo e interior con el mundo del espíritu y en definitiva con Dios.

Las dos ciencias, moderna y tradicional, estudian los mismos fenómenos de la naturaleza, pero la ciencia tradicional siempre ve estos fenómenos con relación a la Voluntad de Dios, a su porqué. Las dos estudian la salida del sol, pero para el creyente el sol sale porque Dios lo quiere. Por lo tanto el estudio de los movimientos de los cuerpos celestes en el universo remite siempre al pensamiento de Dios y su Sabiduría.

Desde el punto de vista del sujeto que estudia, que es el instrumento del saber, la ciencia moderna se basa en el uso exclusivo de la razón que analiza los datos que proporcionan los sentidos físicos, mezcla de racionalismo y empirismo, esto es lo que da origen a la ciencia moderna. En cambio la ciencia tradicional cuando hace uso de los sentidos y la razón, los integra dentro de la jerarquía total del conocimiento que incluye además a la Revelación: el Intelecto es el principio motor de la razón, el que la capacita para analizar los datos de los sentidos sin separar a éstos de los órdenes superiores de la realidad.

Por la tanto la ciencia tradicional se basa esencialmente en la búsqueda de la unidad y la relación de todas las cosas con Dios. Mientras que la ciencia moderna busca conocer las cosas de manera independiente al Creador, en su multiplicidad indefinida, frecuentemente buscando un uso práctico, industrial-productivo, económico exclusivamente.

La ciencia moderna no es ya una ciencia, como la tradicional, dedicada a la contemplación y al conocimiento de Dios, a través del conocimiento del cosmos y del hombre, al conocimiento de las causas últimas, de los verdaderos porqués de las cosas, cuando todo trabajo, toda práctica, toda labor era al mismo tiempo oración, contemplación, theoria: poesis [dar a luz]. Es una ciencia que, abandonando la dimensión contemplativa-iluminativa del eje vertical hermenéutico y jerárquico, según nos enseña el simbolismo de la Cruz, se basa únicamente en las cadenas indefinidas del eje horizontal causa-efecto de los fenómenos producidos por las leyes físicas, iguales y por ello insignificantes, meramente empíricos y estadísticos, que nunca atienden a sus verdaderas causas, a su razón de ser, y que por ello nunca impedirían así la locura de una búsqueda sin fin y sin objeto, y de una duda perpetua; sin acotar los límites marcados y resueltos por la misma transcendencia se entierra al hombre cada vez más profundamente en la materialidad bestial y el sin sentido de una causalidad indefinida, de la relatividad aparente. De igual forma a como el concepto de límite matemático resuelve la sucesión indefinida del número de lados en el conjunto de los polígonos regulares, en la circunferencia perfecta, o donde se pasa de lo indefinidamente múltiple y finito a lo uno primordial e infinito: el Ser de Dios: la simplicidad de la Verdad en sus infinitas posibilidades, el Intelecto y la Revelación desembarazan a la razón de su círculo de lógica viciosa. Porque sólo desde la conciencia de nuestro límite, de nuestra pobreza y nada frente a Dios, podemos dar el salto y escapar al límite de la fatalidad y de la muerte aspirando a gozar de la grandeza y Alegría de la Resurrección que nuestro corazón espera.

“Bienaventurado aquel quien la Verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces que se pasan, sino así como es. […] Aquel a quien habla el Verbo de muchas opiniones se desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican este Uno, y este es el Principio que nos habla (Jn, 8, 25) […] Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer pacífico en Dios. […] Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu presencia; háblame tú sólo.” Son las palabras que escribió el venerable Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo I, 3 y que nos recuerda Elimire Zolla, al enseñarnos que la Tradición con mayúsculas, en cualquier obra humana, es siempre la transmisión de la intuición del ser perfectísimo en el recuerdo mismo de una medida intemporal de las cosas temporales.

Como escribe Juan Pablo II en la conclusión de su encíclica ‘Fides et Ratio’: «La búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio. […] Solo la opción de insertarse en la verdad, al amparo de la Sabiduría y en coherencia con ella, será determinante para su realización. Solamente en este horizonte de la verdad comprenderá la realización plena de su libertad y su llamada al amor y al conocimiento de Dios como realización de sí mismo. […] Al igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió su verdadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía, sino que siente como su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización. Esta verdad la habían comprendido muy bien los santos monjes de la antigüedad cristiana, cuando llamaban a María “la mesa intelectual de la fe”. En ella veían  la imagen coherente de la auténtica filosofía y estaban convencidos de que debían ‘philosophari’ en María.

Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre».

María Inmaculada, Trono de la Sabiduría, Corazón profundo de la Naturaleza,

La ciencia moderna, desgajada de la Tradición –del arte y del corazón profundo de la naturaleza-, existe tan sólo en función de sus producciones tecnológicas y de sus ingenios en aras del progreso material ilimitado y la explotación de hombre y su medio ambiente, sirviendo vilmente en su pacto de vasallaje a la desatada industria, y esta a la todo poderosa economía, a la ley del mercado: a mercaderes, especuladores y trabajadores de alma vampirizada, a un monstruo que se devora a sí mismo mientras goza engordando y envuelve hipnóticamente en su frenética danza de los locos a cada vez más partes de la globalizada Humanidad.

Con ese ímpetu que hoy algunos definirían como revolución cultural, el Cristianismo aportó al Imperio Romano que se desintegraba y a las civilizaciones que morían el alma de una nueva vida colectiva, dio a los hombres y a sus sociedades sus dimensiones específicamente humanas y divinas, el sentido de la transcendencia y el de la comunidad. A partir de esta Fe fuerte surgió el fermento de las ciencias y de las artes, de la sabiduría y de las leyes.

Comunidad -Iglesia-, fundada sobre una afirmación común de la transcendencia de Dios y de la Encarnación salvadora y liberadora de su Verbo a través de María Santísima, y en consecuencia en una comunidad abierta al ser, universal –esto es católica- en su raíz, en la que sólo Dios posee y sólo Dios ordena: Transcendencia y comunidad.



Transcendencia y comunidad: ¿no es esta la contribución que la Tradición cristiana, puede aportar hoy día para lograr un porvenir de rostro humano en la que la eliminación de lo transcendente y la destrucción de la comunidad a manos del individualismo, el rostro siniestro del Estado y las Revoluciones modernas han hecho un mundo invivible? Es por esto, por lo que el Cristianismo y su Tradición habitan, hoy más que nunca, en nuestro porvenir más que en nuestro pasado.