martes, 31 de diciembre de 2013

Misterios y Significaciones del Templo Masónico (Prólogo); por Patrick Geay

Prólogo de la obra de Patrick Geay, Mystères et signification du temple maçonnique, aparecida en Junio de 2013 en la editorial Dervy.

A finales de los años sesenta, Jean Baylot publicó una importante investigación histórica sobre lo que se viene denominando la “vía sustitutiva” [1], término que se refiere a la masiva secularización que afecta a parte de la institución masónica desde hace tres siglos. Fundada originalmente sobre una iniciación de oficio relacionada con los misterios de la construcción, la Francmasonería había sido, en su opinión, víctima de una especie de asimilación por parte de corrientes progresistas y utopistas que, incrustándose en su núcleo, cambiaron radicalmente el sentido de diversos símbolos e introdujeron una serie de conceptos rigurosamente ajenos a la Orden, tales como el de evolución, o el de igualdad [2], a los que podríamos añadir el de tolerancia, de origen más bien filosófico [3]. La principal consecuencia de esta peligrosa desviación consistía, según Jean Baylot, en haber desposeído a la Masonería de su “contenido específico”, esencialmente “místico”. Atribuía la responsabilidad a diversas corrientes, los Iluminados de Baviera, el Carbonarismo, o la ideología paramasónica de Buonarrotti. Sin embargo, Baylot no menciona a la corriente andersoniana que, no obstante, es el origen de la Masonería “moderna” y que en muchos aspectos arrastró a la Orden por un camino que fue enérgicamente denunciado en el siglo XVIII por Laurence Dermott y los Ancient Masons. Es verdad que los fundadores de la Gran Logia de Londres fueron creyentes sinceros y que hasta cierto punto respetaron la viejas tradiciones medievales. Pero no es menos cierto que operaron una des-cristianización de la Masonería, o mejor dicho una “des-catolización”, inspirados como estaban por la Reforma protestante a la que pertenecían, y que prosiguió incluso tras el acta de Unión de 1813 alcanzado por “Anciens” y “Modernos”.

Esta voluntad, tan al gusto de las Luces, de “depuración” para hacer desaparecer los misterios [4], es también una característica del movimiento andersoniano que, probablemente, perseguía una “alteración” [5] de los Old Charges y de los rituales, a fin de minimizar sus componentes esotéricos judeocristianos. Si no hubiera sido así, los reproches formulados a los Modernos por el católico Dermott no habrían estado, como estuvieron, plenamente justificados [6].

Jean Baylot hubiera debido pues remontarse más lejos en su búsqueda de los orígenes de la “Vía sustitutiva”,  aun a riesgo de cuestionar el estado de ánimo que favoreció la eclosión de la Gran Logia de 1717. Pese a la gran complejidad de la historia masónica es en efecto importante considerar todas las etapas en el curso de las cuales la institución se modificó hasta llegar a la situación en que se encuentra actualmente.

Pues al problema de la laicización de la Masonería se añadieron otras problemas todavía más temibles y, en cierta manera, más difíciles de descubrir.

Resulta relativamente fácil poner en evidencia el abismo que separa los conceptos de libertad e igualdad [7] en Rousseau de la idea de liberación por el Conocimiento. Lo mismo, como veremos más adelante, respecto a la asociación entre el nivel, instrumento de arquitectura, y el concepto de igualdad social, característica de la iconografía revolucionaria, que es tan poco justificable como puede serlo la confusión entre la Luz masónica y las luces de la razón [8]. En el mismo orden de cosas, tampoco hay similitud alguna entre “la radical destrucción de todas las diferencias” propia de la ideología “fraternal” de los Sans-culottes [9] y la fraternidad iniciática basada en la revelación de un secreto.

La Revolución tenía, ciertamente, el mayor interés en vampirizar a una Masonería que le aportaba un potente arsenal simbólico apto para alimentar su voluntad de construir una nueva sociedad. Su sospechosa afición por Egipto y su pretendida capacidad de “regenerar” al pueblo francés [10], a la manera de la cubeta de Messmer tan apreciada por Brissot, procedían de la misma ambigüedad intelectual [11].

La Masonería fue pues víctima de su apertura a un mundo laicizado que, aunque necesaria por otras razones, la condujo a menudo a tomarse por lo que no era, tanto por  sus propios miembros como por sus adversarios, especialmente los tradicionalistas. De ello derivan toda una serie de errores de los que la Orden no ha conseguido recuperarse.

A esta tendencia que calificaremos de racionalista, se añadió otra influencia, igualmente extraña a la Masonería si bien aparentemente cercana a ella, y que persigue re-engancharla a una confusa “espiritualidad”.

En efecto, desde hace ya algunos años se ha desarrollado un pensamiento neo-simbólico prendado de la tradición y de la iniciación, preocupado en devolver al hombre su dimensión interior, pero que no por ello renuncia al credo de la vía sustitutiva, combinando así laicidad, libertad individual de interpretación y una difusa introspección psicológica que alimentan las teorías del nuevo espíritu antropológico [12]. Otros, egiptómanos, queriendo demostrar que son los “verdaderos iniciados” mediante publicaciones amarillas, defienden el carácter “mágico” de los ritos, llegando a comparar la Cadena de unión a un ¡“acelerador de partículas”! [13] Se trata de conciliar tradición y progreso científico según una perspectiva que el famoso coloquio de Córdoba ilustra perfectamente.

Paralelamente, encontramos en Kirk Mac Nulty el proyecto de desbordar los límites del materialismo científico gracias a la tradición de los misterios, de los que la Masonería forma parte, y que dicho autor asimila a una moderna “psicología del desarrollo” [14]. Esta intrusión de una teoría tan poco tradicional como la del inconsciente colectivo, se observa de hecho en numerosos autores masónicos [15] más o menos bien intencionados.

Todos estos enfoques, a los que podríamos añadir muchos otros, han complicado la situación de la Masonería actual, víctima del desarrollo de una “contra-tradición” ya prevista en su día por René Guénon [16].

Se impone por lo tanto una nueva puesta a punto, que trate de restablecer los verdaderos fines de la iniciación. Este libro no es sólo un manual para novicios. Es también el fruto de una voluntad de extraer del rito, y de los Antiguos Deberes, una auténtica doctrina esotérica que, en nuestra opinión, contiene una cosmología y una metafísica tradicionales de gran riqueza.

Las recientes tentativas de negar ese esoterismo ligado al arte de la construcción, de un Ferrer Benimeli [17] o de un Michel Brodsky [18], así como las de rechazar cualquier filiación entre “operativos” y “especulativos” en David Stevenson [19], Roger Dachez [20] o Patrick Négrier [21], pueden hacernos pensar que todo se opone a nuestro proyecto. Y es precisamente para poder demostrar la inconsistencia de todos estos enfoques, por lo que resulta necesario partir de una lectura rigurosa de los antiguos textos masónicos.

No tratamos pues de hacer una exposición completa y descriptiva de los elementos que constituyen cada grado, sino más bien de proponer un método impersonal, libre del falso problema del dogmatismo, a partir de algunos ejemplos simbólicos adecuados. Como veremos, esta doctrina preexiste al acto hermenéutico y procede del misterio original del Arte real.

Habida cuenta del uso, a veces muy discutible, que se ha hecho de la misma, nos referiremos a la importante obra de René Guénon, que en el ámbito masónico posibilitó una verdadera salvaguardia espiritual de la Orden, Su misión providencial, de inspiración islámica, y más concretamente akbariana, sirvió para devolver todo su sentido a un gran número de símbolos y prácticas rituales. Diseminados en sus escritos, así como en su correspondencia privada, encontramos multitud de preciosas indicaciones que testimonian el ininterrumpido interés que, hasta su muerte, Guénon manifestó por la Masonería.

Trataremos, finalmente, de mostrar en qué manera los destinos de la Francmasonería son inseparables de una economía divina que se despliega a través de las tres Revelaciones monoteístas y que concierne especialmente a la mutación escatológica del Templo. Los misterios relacionados con éste están íntimamente ligados a la iniciación masónica, pero también a la historia sagrada del mundo y, en consecuencia, a su fin tal como se expone en la apocalíptica judeo-cristiana.

Poner en evidencia la esencia profética de la Masonería, sus ligámenes concretos y no simplemente alegóricos con las figuras de Adán, de Abraham y de Salomón, sus afinidades con la Cábala hebrea, nítidamente subrayados por Laurence Dermott [22], debería contribuir a poner definitivamente en la picota a la vía sustitutiva y sus actuales prolongaciones neo-espiritualistas.

Restaurar los fundamentos de la tradición masónica no significa culto al pasado  ni ensimismamiento. Esta tradición exige toda nuestra atención, no porque tenga un prestigioso pasado del que sintamos nostalgia sino porque es la expresión de un aspecto particular de la Ciencia divina y de los medios para realizarla en nosotros. Objetivo fundamental que nos permitirá apreciar el grado de incoherencia de esa vía sustitutiva y señalar la urgencia de una reacción frente a la corrupción actual de los datos simbólicos e históricos o de la, no menos grave, de los rituales.


Notas:
[1] Título de su libro, reeditado por Dervy en 1985.
[2] La voie substituée, conclusión.
[3] E. Cassirer, La Philosophie des Lumières, Fayard, Paris, 1983, pp. 175-194
[4] Ibid., p. 185.
[5] R. Guénon, Études su la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, Ed. Traditionnelles, Paris, 1985, t.I, p. 283
[6] Sobre este conflicto, ver J.F. Var, “Ahiman Rezon et la Grande Loge des  Anciens”, Villard de Honnecourt, nº 15, 1987.
[7] J-J. Rousseau, Le Contrat social, Garnier Flammarion, Paris, 1966, L.II, cap. XI.
[8] J. Starobinski, 1789 Les emblèmes de la raison, Flammarion, 1979, p. 31-37.
[9] M. Ozouf, L’homme régéneré. Essais sur la Révolution française, Gallimard, Paris, pp. 158-182.
[10] J. Baltrusaitis, La Quête d’Isis, Flammarion, Paris, 1985, pp. 23-24.
[11] R. Darnton, La Fin des Lumières, le mesmérisme et la Révolution, Perrin, Paris, 1984.
[12] Los trabajos de D. Beresniak representan bien esa tendencia difusa y diversificada. Ver, por ejemplo, su obra L’apprentissage maçonnique: un école de l’éveil?, Detrad, Paris, 1983. Para una crítica del nuevo espíritu antropológico, cf., nuestro trabajo titulado Hermès trahi. Impostures et néo-spiritualisme d’après l’oeuvre de René Guénon, Dervy, Paris, 1996.
[13] Un loge révèle. Franc-Maçonnerie ou initiation?, Éd. Du Rocher, Monaco, 1985, p. 152.
[14] La Franc-Maçonnerie, Senil, Paris, 1993, pp. 15-17, 21-25.
[15] Ver, por ejemplo, J-P. Bayard, La Spiritualité de la Franc-Maçonnerie, Dangles, 1982, p. 145, y J-P. Schnetzler, « Initiation virtuelle et initiation réelle », Villard de Honnecourt, nº 3, 1981, p. 50.
[16] Le Règne de la Quantité, Gallimard, Paris, 1986.
[17] Les Archives secrètes du Vatican et de la Franc-Maçonnerie, Dervy, Paris, 1989, p. 52.
[18] “La Franc-Maçonnerie a-t-elle besoin de René Guénon ? », Ars Masonica, 1990.
[19] Les Origines de la Franc-Maçonerie. Le siècle écossais (1590-1710), Télètes, Paris, 1993.
[20] “La naissance de la maçonnerie spéculative : hypothèses et problèmes », Points de vue initiatiques, nº 100, 1995-1996.
[21] Textes fondateurs de la Tradition maçonnique, Grasset, Paris, 1995, p. 357.
[22] Ahiman Rezon, facsímil de la ed. De 1756, Masonic Book Club, Bloomington (Illinois), 1975, p. XIV : ver la traducción de G. Lemoine, Éd. SNES, Toulouse, 1997. La reconocida filiación entre los « Anciens » y el Rito Escocés Antiguo y Aceptado justifica que nos centremos en el estudio de ese rito; al respecto, cf. G. Pasquier, « Les “Anciens” et les grades de métier du Rite Ecossais Ancien Accepté», Villard de Honnecourt, nº 7, 1983.

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