jueves, 31 de mayo de 2012

Willermoz, o los peligros de las innovaciones en materia masónica; por Denys Roman

Jean-Baptiste Willermoz
Capítulo XV de Réflexions d'un Chretien sur la Franc-Maçonnerie. "L'Arche vivante des Symboles", 1995, Éditions Traditionnelles, París.



El personaje Willermoz, es célebre en la historia de la Masonería en el siglo XVIII. Fundó un Rito, el Rito Escocés Rectificado, muy expandido en Suiza y en Francia.

Este Rito se vanagloria de ser heredero de los “Elegidos Cohen del Universo” y también, en cierta forma, un heredero privilegiado de la Orden del Temple. Contra estas dos pretensiones, René Guénon se ha alzado en varias ocasiones, y éste es el motivo por el que vamos a entrar en ciertos detalles a este respecto.

En lo referente a la “posteridad de los Elegidos Cohen”, no se plantea ningún problema; en efecto, los Elegidos Cohen mueren sin dejar posteridad alguna. Su último “Gran Soberano”, Sebastián de las Casas, “abdicó” en 1780 sin designar sucesor. Y si hubiera designado alguno, ciertamente no se hubiera tratado de Willermoz o uno de sus amigos. Escuchemos al excelente historiador de los Elegidos Cohen, René Le Forestier:

“Un solo punto de las últimas instrucciones del Gran Soberano antes de abdicar, el nombre del sistema para convertirse en fidei -comisario de la Orden expirante-, traicionaba el rencor que había inspirado a los Elegidos Cohen, la victoriosa concurrencia hecha a su asociación, por los Caballeros Bienhechores. Savalette de Langes, entre las manos de quien, Las Casas, invitaba a sus subordinados a depositar los paquetes sellados que contenían sus papeles, era Presidente y Conservador de los Archivos del Régimen de los Filaletas, asociación masónica (...) entroncada en 1733 sobre la Logia parisina “Los Amigos Reunidos”, que acababa de dirigir contra la Reforma de Lyon[1] una violenta campaña. Las negociaciones de Willermoz con la Estricta Observancia alemana, habían suscitado un vivo movimiento de protesta por parte de muchos Masones franceses (...). Los Filaletas (...) se convirtieron en ardorosos intérpretes[2] de esta oposición (...), para hacerse con un arma contra los Caballeros Bienhechores, que les disputaban la supremacía en los diversos Consejos del Gran Oriente (...). Confiándoles los archivos de la Orden, los Elegidos Cohen infringieron a sus antiguos Hermanos la afrenta más hiriente[3].

Las instrucciones de Las Casas, fueron ejecutas a lo largo de 1781. Savalette de Langes, recibió (...) la correspondencia, los planes mensuales, los catecismos y ceremonias de los diversos grados, los planes anuales, los cuadros con sus invocaciones, las explicaciones generales y secretas (...). La Orden de los Elegidos Cohen dejaba de existir[4]”.

Creemos que la causa se ha entendido. Lo que Las Casas ha transmitido a los Filaletas -puede que no muy “cualificados”, para recibir un depósito así-, no es más que una documentación inutilizable; y, de hecho, después de esta época, ningún Masón ha practicado jamás los especiales ritos de los Elegidos Cohen: la invocación diaria, la invocación de los tres días en Luna Nueva, las Operaciones de equinoccios precedidas de una rigurosa “cuarentena”. Así, la tentativa, tan interesante en varios aspectos, de volver de nuevo a la Masonería “operativa”, injertando, en el viejo tronco masónico, las enseñanzas y ritos de origen, probablemente, sefardita, esta tentativa se ha extinguido; y podemos decir, con René Guénon: el Régimen Escocés Rectificado, no procede, en ningún aspecto, de la Orden de los Elegidos Cohen. Tal es, en efecto, la conclusión del largo artículo, titulado: “El Enigma de Martinès de Pasqually[5].

¿Y la herencia templaría? Aquí, René Guénon, es también muy claro: “El Régimen Rectificado no es en absoluto ‘Masonería  Templaría’,... porque, muy al contrario, uno de los puntos principales de la ‘rectificación’, consistía, precisamente, en repudiar el origen templario de la Masonería”[6].

Si es grave tenerse por lo que no se es, pretendiéndose heredero de los Elegidos Cohen, y si es lamentable renunciar, por parte de los Masones regulares, a una herencia reivindicada por la Masonería al completo, todo eso no es más una parte de los reproches que pueden dirigirse a Willermoz. No queriendo hacer creer que profesamos respecto al fundador del Rito Rectificado una animosidad particular, tomaremos las informaciones de autores muy diversos entre sí, y que antaño se encontraban entre los colaboradores de la revista Le Symbolisme, en la época en que estaba bajo la inspiración de J. Corneloup y Marius Lepage.

En el número de octubre-diciembre de 1968, Jean Chardons, ha tratado sobre “La Regla moral del Régimen Rectificado”. Promulgada en el Convento de Wilhelmsbad, ha sido compuesta por el barón de Türckheim, gran amigo de Willlermoz. ¿Qué decir de esta Regla? Los extractos que da Chardons no sobrepasan el nivel exotérico. Y, sin embrago, la moral, como los demás elementos de la religión, podría y debería ser transpuesta a una perspectiva verdaderamente esotérica. Chardons destaca justamente el estilo grandilocuente e incluso ampuloso (y teñido a menudo con una especie de sentimentalismo rousseauniano). Por nuestra parte, pensamos que, si una Regla moral debería ser comunicada durante la iniciación de un Aprendiz Masón, sería preferible haber acudido a uno de esos Códigos masónicos, que Camile Savoire -ilustre Masón del Rito Rectificado- ha insertado en sus Regards sur les Temples de la Franc-Maçonnerie. Esos dos códigos tienen al menos la ventaja de ser de una brevedad que recuerda la del Decálogo.

Pero la más grave de todas las innovaciones de Willlermoz -no solamente porque testimonia una increíble incomprensión del simbolismo masónico y hasta de la simple doctrina cristiana, sino, sobre todo, pensamos, porque se operó bajo influencias psíquicas por lo menos... inquietantes- es, evidentemente, la substitución, en el ritual, de la palabra “Tubalcaín” por la de “Phaleg”. En Le Symbolisme de octubre-diciembre de 1966, se puede leer a este respecto, un interesante artículo firmado por “Ostabat”. El autor, nos dice la presentación, es un joven Masón del Rito Escocés Rectificado. Él explica cómo, en 1785, el Directorio Escocés Rectificado de la provincia de Auvernia (residente en Lyón), a propuesta de Willermoz, decidió esta modificación, con los considerandos más severos. “Habéis tomado como palabra de reunión el nombre de un agente diabólico, aquel mismo que os conduce a todos los vicios carnales. Vuestra ignorancia procede de lo que era ese nombre en la iniciación egipcia, etc...”. Willermoz obró a instigación de un “Agente Desconocido”, que hoy en día se sabe que fue Marie-Louise de Valière, canonesa de Remiremont, y hermana del comendador de Monspey. Esta crisíaca[7], como decían por entonces, enviaba a la “Logia Elegida y Querida” (“La Bienfaisance –Beneficencia-” de Lyón) y a Willermoz, abundantes cuadernos, obtenidos por “escritura automática”. Willermoz comunicaba las decisiones de Lyón a la Logias alemanas de la “correspondencia” rectificada, pero éstas rechazaron aplicar la innovación. Al cabo de unos meses, Willermoz dejó por lo demás al Agente y sus pretensiones de operar “la reforma de todas las sociedades masónicas y de todas la religiones humanas”. Los miembros más serios de “La Bienfaisance” se separaron. En vísperas de la Revolución, el crédito de la ambiciosa sonámbula estaba arruinado. Pero “ocurre, dice Ostabat, que la alteración del ritual rectificado no fue abolida, aunque su fuente se reputaba como carente de autoridad, y que todavía subsiste hoy en día, testimonio de los tiempos de ilusiones en los que algunos de los Hermanos más ilustres se abandonaron, cuando tenían a su puerta la tormenta que iba a arruinar a la Orden, a los prestigios que el Salmista denomina ‘fantasmas de la noche’”. El autor siente que, detrás de este “funesto extravío”, debía haber algo que no era accesible a la simple erudición, y piensa que no sería inútil “reexaminar la historia bajo esta perspectiva”.

Willermoz, en efecto, fue constantemente objeto de tentativas muy sospechosas por parte de sonámbulas de las que la más importante es Gilberte Rochette, pero cuya autoridad fue arruinada por la intervención del “Agente Desconocido”, la canonesa de Valiere. Hay que leer en la obra de Alice Joly, que expone toda la historia de Willermoz[8], las inverosímiles peripecias que marcan las relaciones del fundador del Rito Rectificado con sus pretendidas intérpretes de las voluntades del Cielo. Y, por otra parte, basta con abrir el Livre des Initiés (Libro de los Iniciados), donde Willermoz consignaba, al uso de los Nodo Raabs[9] de la “Logia Elegida y Querida”, los vaticinios de la canonesa inspirada para conocer las verdaderas razones de la sustitución. ¡Y las hay buenas! “Tubalcaín es el padre de todas las abominaciones..., culpable de las más vergonzosas prevaricaciones en vía carnal”. Esto ya es bastante grave. Pero hay algo peor. “Él habría podido, por su arrepentimiento, detener el curso de estos males; pero arrastrado por su propia concupiscencia, él évia los ángeles malvados en mujeres. Tal es el crimen que corrompe toda carne. ¡Oh abismo de horror!” ¡He aquí por qué todo va tan mal por el mundo! La familia Tubalcaín era además atroz. “Tubalcaín voulia los metales, y, su hermana, Noéma, voulia los animales”. Parece, pues, que en el espíritu de la buena canonesa, un poco... atormentado por la sexualidad, los crímenes de Tubalcaín y de Noéma, se han confundido, a veces, con la “falta” de Adán y Eva, pues expresiones similares son empleadas para la caída del primer hombre: “Osó, este ser salido del ser mismo, atribuirse la producción. Voulia sus puros ornos, que tenía en su séos, etc...”. Huyamos rápidamente de estas tristezas hacia horizontes más consoladores. ¿Queremos conocer las verdaderas razones de “la elección de Phaleg”? “Willermoz imponía a las Logias rectificadas que seguían su dirección, el adoptar la palabra “Phaleg”, porque el Agente enseñaba que, el hijo de Héber (Phaleg) fue el primer instructor de la Masonería, siendo el segundo Salomón y el tercero, él mismo”, es decir, la Agente-canonesa. Y no olvidemos que escribiendo esas altas revelaciones, el Agente Desconocido veía su pluma “enrojecer con la sangre de Jesucristo”. Alice Joly, de quien se han tomado estas citas, piensa que el Agente se tomaba verdaderamente por una “nueva encarnación” de María, la nueva encarnación de Cristo debiendo producirse entre los Nodo Raabs. Sigamos prestando atención al oráculo canonesco: “Igual que los profetas fueron dados a al nación elegida para ser su luz, son hoy en día los verdaderos Masones Rectificados quienes son llamados a formar el nuevo Templo escogido. Es una Gran Obra, que acaba de eclosionar y que parece que nunca deberá acabar. ¿Cómo los canónigos-Condes de la primacial Saint-Jean, que se presentaban prietas las filas en las columnas de la Logia Elegida o Querida (es así como el Agente llamaba a “La Beneficencia” de Lyón) acogían la audaz exégesis y la teología sensacionalista, de su colega en canonicato? Bien parece que esos personajes triplemente venerables se hayan quedado en la circunstancia, como dicen las Escrituras, como “perros mudos”. En cuanto a Willermoz, pensando en los espléndidos destinos prometidos a su Logia, se sentía ganado por el santo delirio de la canonesa, y, poseído por una especie de furor sagrado, proponía, simplemente, “quemar todos los libros y todas las historias de concilios (sic)”, que, evidentemente, ya no tenían objeto alguno. No estamos inventando nada. Es el barón de Türkheim quien relata la cosa al duque de Brunswick, en una carta de 1787. Ostabat no se equivocó al hablar de “funesto extravío” y de evocar ciertos “prestigios”. Sería rendir buen servicio al Rito Rectificado y también a la memoria de Willermoz el trabajar en colmar las “fisuras”, empezando por la de última fecha, la relacionada con “Tubalcaín”.

Otro artículo de Le Symbolisme asegura que las excentricidades de Willermoz han hecho al Rito Rectificado más sospechoso para las autoridades religiosas católicas que los demás ritos masónicos. Así lo creemos sin dificultad ninguna. Pero debemos añadir que, desde hace algún tiempo, este Rito ha hecho loables esfuerzos para acercarse a otros herederos de la Estricta Observancia, es decir al Rito Sueco y lo que puede subsistir en Alemania del Rito de Zinnendorf, así como los grados de Knight Templar de Inglaterra y de Estados Unidos. En suma, el Rectificado querría “recuperar” la herencia templaria. Ello no es imposible, pero hace falta un auténtico “trabajo de Hércules”. Habría, en efecto, que empezar por eliminar las innovaciones debidas a la desbordada imaginación de una religiosa sin vocación, víctima totalmente designada para los “fantasmas de la noche”. Hecho eso, es evidente que, de la obra personal de Willermoz y de los famosos ritos escritos por su mano, no quedaría nada, o, al menos, no gran cosa.

Notas:
[1] Es decir, la “rectificación” operada por Willermoz en el Convento de las Galias en 1778.
[2] El “especialista”, por así decirlo, de esta oposición a Willermoz, era el marqués de Chefdebien, Comisario de los archivos de los Filaletas, y que pertenecía también a la Estricta Observancia, donde tenía el nombre de Franciscus, Eques a Capite Galeato.
[3] Para entender bien esta frase, hay que saber que, los Filaletas, en su mayoría, eran totalmente extraños a los Elegidos Cohen, mientras que los Caballeros Bienhechores contaban con un gran número de estos Elegidos, habiendo sido Willermoz uno de los discípulos predilectos de Martinès de Pasqually.
[4] La Franc-Maçonnerie occultiste dans le XVIIIe siècle et l´Ordre des Élus Coëns, págs. 517 y 518.
[5] Este texto, ha sido insertado en los Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, tomo I.
[6] Ibid, pág. 141
[7] Dentro de la jerga especial del magnetismo animal, sonambulismo artificial o mesmerismo del siglo XVIII, y del posterior espiritismo, se denomina «crisíaca», en francés «crisiaque», a aquella persona que se halla bajo un estado de crisis producida por la acción magnética. Dicho estado es espontáneo y de sobreexcitación nerviosa, presumiendo los adherentes a estas doctrinas que tales personas poseen en dicho estado cierta lucidez sonambúlica (N. del T.)
[8] Un Mystique Lyonnais et les secrets de la Franc-Maçonnerie (1730-1824).
[9] En este pasaje, hemos puesto en cursiva los términos propios del vocabulario, como mínimo inepto, de la canonesa. Al principio, Willermoz pasaba las noches, preguntándose lo que podían significar estas palabras tan descabelladas. Acabó por solicitar la ayuda de su Egeria de pacotilla, que no lograba más que parcialmente la elucidación del sentido de lo que escribía bajo “influencias psíquicas” un poco malsanas. (N. del T.: Como es obvio, tales palabras carecen de traducción al español).