sábado, 10 de septiembre de 2011

Acotaciones al "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum"; por Bernardo Jacobino

Nota Keystone: Con motivo de la publicación, el pasado 16 de Julio, de la noticia que hace referencia a la edición del Ritual de matriz escocesa "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum", hemos recibido la siguiente comunicación de Bernardo Jacobino que procedemos a publicar aquí, como nueva entrada, dado su interés, agradeciendo la deferencia a su autor.
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Noticia original referida al "Lapis Reprobatus Secretum Cusdoditum".

                A principios del siglo XIX, una curiosa obra clandestina apareció con el título Le Régulateur du Maçon: este volumen publicaba de hecho los Rituales del Rito Francés fijados por el Grand Orient de France en el 1785. Un impresor sin escrúpulos difundió así los Cuadernos oficiales del Grand Orient de France, ¡que eran remitidos tras el pago de una fuerte suma sólo a aquellas Logias de la Obediencia que lo pedían por escrito! La viva condena del Gran Orient de France, que intentó vigorosamente limitar la difusión del libro sacrílego, es un signo seguro de la fidelidad e importancia del texto. El Rito Francés es practicado casi exclusivamente en Francia y en los países de influencia francesa, en particular en el Grand Orient de France y la Grande Loge Unie de France. Este rito ha sufrido modificaciones con el paso del tiempo y raramente se encuentra bajo la misma forma en las diferentes Logias en las que se viene practicando. La Masonería especulativa fue introducida en Francia alrededor del 1725 por exiliados Jacobitas y los rituales practicados en aquel tiempo eran uniformes y conformes a aquellos practicados en la Premier Grand Lodge of England (constituida en 1717), llamados “Modernos” por la Antient Grand Lodge of England (creada en el 1751). El Rito Francés se formó progresivamente, con fuertes diferencias entre las Logias, y sucede al Rito Moderno en oposición al Rito Escocés derivado de los Altos Grados. Después de la escisión de la Grande Loge de France en el 1766, y con el fin de garantizar una dimensión nacional a la Obediencia, el Gran Orient de France organizó en el 1782 la estandarización de los ritos "Modernos". En el 1785, el sistema fue fijado para los tres primeros grados, es decir, los grados simbólicos de las Logias Azules, tomando en ese momento el nombre de Rito Francés.

                La Guide des Maçons Ecossais, escrita presumiblemente alrededor de 1810 después de la creación del Suprême Conseil de France en el 1804, e impresa en el 1820, fue el primer Ritual impreso para los tres Grados simbólicos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en Francia.
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                Recientemente estos dos rituales han devenido de dominio profano a causa de la publicación de una edición crítica del Régulateur du Maçon a cargo de P. Mollier, con una reproducción en facsímil del original, en la Éd. Á l'Orient, Orleans, 2004, y de una edición crítica de la Guide des Maçons Ecossais a cargo de Pierre Noël, con una reproducción en facsímil de la edición de 1829, en la Éd. À l'Orient, Orleans, 2006.

                La preparación de estos dos rituales toma su punto de partida, cómo hemos observado, en la misma voluntad de estandarización que el Grand Orient de France y el Suprêm Conseil de France mostraron hacia las logias de inspiración francesa y escocesa respectivamente y que es una tendencia típicamente moderna, mientras que los Antiguos siempre se han limitado a recordar los Old Charges que se inspiran, sin poder ser identificados, en los llamados landmarks, reglas que nunca fueron escritas y a las que no es posible asignar un origen histórico definido. Una Logia que operase en el respeto de los Old Charges y en consecuencia de los Landmarks sería regular por ello mismo, incluso aunque practicase un rito no "oficial". Del mismo modo ocurriría con una Logia que operase en el respeto a los elementos esenciales que caracterizan a la matriz escocesa, tanto más en cuanto que la integración en los Altos Grados de elementos de otras iniciaciones occidentales (para evitar su pérdida definitiva cuando éstas se encontraban a punto de desaparecer) y la impronta de estos elementos en los tres Grados Simbólicos, nos enseñan que en Masonería todo debe buscarse excepto la estandarización.

                No es la primera vez en la historia reciente de la Masonería que asistimos a una restitución de elementos vitales, eminentemente simbólicos, que la ignorancia de los estandarizadores o la consciente voluntad de aquellos que quieren empobrecer la vía iniciática representada por la organización masónica, habían buscado socavar. Baste pensar como ejemplo en la acción fuertemente disgregadora de Anderson y Desaguliers, acción a la que los Antient hicieron un remiendo con el Ahiman Rezon, al igual que el despertar de la operatividad masónica de la que también en los tiempos actuales tenemos múltiples indicios. Estas intervenciones providenciales de rectificación no son obras literarias que presentan en modo crítico y comparativo lemas científicos, sino que penetran en la sabiduría masónica cuyo patrimonio simbólico está siempre a disposición, de un modo transparente e incorrupto, de quien tenga la cualificación para despertarlo y utilizarlo en sus ilimitadas posibilidades.

                En este momento nos parece poder reconocer en el ritual "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum" una matriz escocesa indudable, sin necesidad alguna de hacer o dejar de hacer un paralelo crítico con la Guide des Maçons Ecossais. Es evidente que lo que emerge de su estudio simbólico y no literario son sobre todo dos elementos:

                                -La restitución de una gran profundidad al Grado de Compañero, tan deseada por muchas voces autorizadas vista la estrecha insignificancia que en los rituales modernos se reserva a este Grado respecto a la que había tenido entre los operativos; el simbolismo geométrico-pitagórico (citamos la Tétraktys sobre todo) y las fases operativas (simbolizadas por los viajes) del Grado se encuentran finalmente desarrollados.

                                -La vitalidad de un simbolismo sonoro (nos referimos a los golpes de Mallete) en el que con poco esfuerzo se entrevé la apertura de los operativos.

                Agradecemos la hospitalidad concedida a este comentario y gustosamente quedamos a disposición de quien quiera profundizar con algunos comentarios interesantes los símbolos arriba evidenciados. No queremos finalizar nuestra aportación sin señalar el atento cuidado mostrado por Librería Pardes, editora del Ritual, por garantizar la difusión del mismo únicamente entre M.·. M.·., máxime en una época en la que la vulgarización ha devenido el "estándar" casi obligado.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La Construcción Ilusoria del Templo de Salomón; por Antonio Bonet Correa


Artículo del Diario "ABC", aparecido el 30 de noviembre de 1991, con motivo de la publicación en facsímil por la Editorial Siruela de la colección de libros El Templo de Salomón según Juan Bautista Villalpando, El Templo de Salomón según Jerónimo de Prado, y Dios Arquitecto VV. AA. 

     A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, en los años 1596 y 1604, se publicaron en Roma los tres colosales volúmenes que acerca del templo de Salomón, según la visión del profeta Ezequiel, habían escrito los jesuitas españoles Jerónimo de Prado y Juan Bautista Villalpando. Felipe II, monarca que, por su sabiduría y prudencia, era calificado por sus contemporáneos de «nuevo Salomón», fue quien patrocinó tan magnífica y curiosa edición romana. El padre Prado, teólogo y escultor, y, sobre todo, Villalpando, matemático andaluz discípulo de Juan de Herrera, el artífice de El Escorial, llevaron a cabo, tras una labor que duró casi toda su vida, la tarea de reconstrucción hipotética de aquel edificio desaparecido. El Templo de Salomón, por su planta y alzado, tal como lo imaginaron, ofrece gran paralelismo con el monasterio-palacio-panteón construido por Felipe II en la sierra madrileña. El clasicismo herreriano de las ilustraciones diseñadas por Villalpando es la prueba palmaria de la identificación ideal de ambas excelsas construcciones, conceptualmente consideradas como emanaciones de una idea absoluta de lo arquitectónico.

     Las plantas de la ciudad de Jerusalén y del Templo de Salomón tenían la forma cuadrada. De igual figura geométrica es el tomo de estudios que, coordinados por el profesor Juan Antonio Ramírez, acompaña, en volumen aparte, esta nueva impresión del libro de los jesuitas realizada sin escatimar medios y un lujo poco frecuente por Ediciones Siruela. Los especialistas del tema, además de Ramírez, el español Antonio Martínez Ripolí, el inglés René Taylor, el holandés Robert Jan Van Pelt y el suizo André Corboz, analizan, respectivamente, las diversas facetas de un tema de tan variados y complejos aspectos. A sus aportaciones científicas hay que añadir la gran novedad bibliográfica de un «disquete» con el programa informático de términos y conceptos usados en el texto teológico-arquitectónico de los jesuitas. Idea del profesor de la Universidad de Roma Eugenio Battisti, que no pudo realizaría a causa de su fallecimiento, este «disquet» es obra de la profesora de la Universidad de Murcia Cristina Gutiérrez Cortina.

    Verdadero laberinto de espejos, tal como acertadamente lo calificó Juan Antonio Ramírez, a quien se debe la exhumación y recuperación de este importantísimo libro, el tercer tomo, obra exclusiva de Villalpando, resulta difícil de comprender sin el hilo conductor de la erudición. Construcción ilusoria y arquitectura descrita, su genealogía es la de los edificios soñados. No es extraño que interese a los aficionados a las utopías y las fantasías arquitectónicas, los cuales saben unir a la abstracta precisión intelectual la realidad onírica y peregrina de la imaginación. Villalpando, que eludió la reconstrucción del templo de acuerdo con los datos históricos de la Biblia, encontró a causa de ello la oposición de los escrituristas que, como Arias Montano, basaban sus conocimientos en las fuentes fidedignas que describían el templo real, no imaginario, construido por Salomón. La polémica era lógica. Para Villalpando, el tema tenía una única dimensión especulativa. El origen divino de la arquitectura domina su texto. Dios era el artífice máximo, el supremo arquitecto del universo, quien había proporcionado a los constructores los planos del templo. El Arca de la Alianza, primero; los planos del Tabernáculo, después, y, por último, los del Templo, procedían de su imaginación divina. Los hombres sólo fueron los encargados de darles la forma concreta. La arquitectura sagrada se deriva, pues, del modelo diseñado por Dios para el pueblo escogido.

Tienda de la Presencia rodeada por las 12 tribus de Israel
según J. B. Villalpando
    Si la máxima perfección arquitectónica procede de la máxima sabiduría divina, esta premisa es razón suficiente para que la arquitectura clásica de los griegos y romanos sea una derivación de lo sagrado. Para Villalpando, los órdenes clásicos y Vitruvio tienen sus precedentes en el Templo de Salomón, cuyas columnas Yaquin y Boaz, a cada lado de la puerta, ostentaban un capitel que llama «mosaico». El famoso orden salomónico, tan usado en el barroco, tendría también su origen en estas fantásticas reconstrucciones. Villalpando, que en la cuestión de las proporciones sigue la concepción numérica de Pitágoras y que, en lo relativo a la armonía, sabe conciliar Platón con la Biblia, se convierte, gracias a sus especulaciones morfológicas, en el máximo teórico de la arquitectura de la Contrarreforma. Jesuita que ponía en práctica la «composición del lugar» y la «imagen mental» propugnadas por San Ignacio de Loyola en sus «Ejercicios Espirituales», fue también autor de una maqueta, hoy perdida. El estupor y la admiración que Juan de Herrera tuvo ante la visualización del templo llevada a cabo por Villalpando no resulta extraña en un arquitecto, autor del «Discurso del Cubo» y que estaba tan interesado por la filosofía de Raimundo Lulio y conocía tan a fondo la Kábala. De igual manera se justifica el interés de Felipe II, muy enterado de arquitectura y mecenas artístico, por un libro que era como el reflejo de la ideas fundamentales de El Escorial, Octava Maravilla del Mundo y remedo del Divino Templo de Salomón.

    Para Villalpando, en el Templo de Salomón «dejó Dios estampada con maravilloso arte la semejanza de todo cuanto existe bajo la inmensa cubierta del universo». Auténtico microcosmos, el templo encierra en sí mismo, no sólo el sentido simbólico, sino también analógico. La buenaventuranza, la elevación y el enajenamiento del alma que proporciona su contemplación entraña toda una Pansofía, es como un compendio de la sabiduría divina. La dimensión hermética del texto tiene que ver con el significado de un edificio-enigma que refleja la divinidad en su estructura arquitectónica y en la totalidad de su mobiliario y piezas litúrgicas. El oro y la riqueza de su conjunto son paradigmas del papel sagrado que le corresponde. El Templo de Salomón interpretado por Villalpando obsesionó a los arquitectos, teóricos y pensadores del barroco León Judá Hebreo, Fray Juan Rizi, Fischer von Erlach, Christopher Wren, Newton o John Wood, por citar a los más célebres. Su relación con las logias masónicas y las sinagogas holandesas, al igual que con los falansterios decimonónicos, es una muestra del interés que ha despertado tan apasionante y arcana especulación arquitectónica.

    Los cientos de páginas que tiene que leer aquel que quiera tener una idea de lo que fue el Templo de Salomón tiene al final su compensación indudable. Tras haber penetrado en la selva literaria del «delirio objetivo» de los padres jesuitas y haber seguido los textos eruditos de los especialistas, en los cuales, además del análisis del templo, se estudian otros edificios relacionados con su existencia, como el Santo Sepulcro, la cúpula de la Roca y su plataforma, además de los planos y vistas de la Jerusalén Celeste, acabará pensando que sólo el método paranoico crítico de Salvador Dalí podrá proporcionarle las claves para la interpretación del tema. Nadie debe desesperar. No se equivocaba Ramírez al calificar el libro de los jesuitas de un laberinto de espejos. Texto caleidoscópico, en el que se reflejan las mil facetas de sus páginas, tiene la fortuna de encontrarse ante el áureo y deslumbrante umbral de un secreto edificio al que sólo tienen acceso los iniciados. Penetrar en su interior es poseer la luz de la inteligencia, apresar el reflejo de la sabiduría divina.

Alzado del Templo de Salomón según J. B. Villalpando